La OTAN, que se fundó en 1949, en plena posguerra y que tiene como objetivo operar un sistema de defensa colectiva para proteger a cualquiera de sus miembros de un ataque militar por una potencia extranjera, ha recibido esta semana al más novel de sus miembros: Finlandia, que de paso, tiene una frontera común con Rusia, que sigue en el ojo del huracán por sostener una injusta guerra con Ucrania.
Cabe recordar que en sus inicios, la OTAN era una asociación política pero al llegar la guerra de Corea, esta coalición se volvió permanente al crearse una estructura militar bajo la coordinación americana; más adelante, en tiempos de la guerra fría, los adversarios de la alianza crearon el Pacto de Varsovia en 1955.
Cuando cae el Muro de Berlín en 1989, la OTAN intervino en la guerra de Yugoslavia lo cual representó la primera intervención conjunta de la organización.
Ahora, en el 2023, la Alianza del Atlántico sigue sumando adeptos ( muy pronto lo hará Suecia) y con la llegada de los nórdicos presionan al Kremlin para concluir su invasión que ya lleva más de trece meses.
Rusia, por su parte, que suma más de mil kilómetros de frontera con los finlandeses, fortalece su narrativa al decir que la OTAN, ahora con treinta y un miembros, pretende colocar bases militares a un paso de su territorio, aspecto que alimenta su comunicación política nacionalista que le ha permitido mantener su ejército en tierra ajena.
Una cosa es segura, la primera partida de este ajedrez político, ha sido ganada por la OTAN, pues a decir de su secretario general, Jens Stoltenberg, “Rusia en vez de menos, ha logrado lo contrario, más OTAN y así seguiremos manteniendo las puertas abiertas”, dicho que el Presidente Finlandés, Sauli Niinisto, retomó comunicando a sus conciudadanos que “La era de no alineamiento militar en nuestra historia ha llegado a su fin, empieza una nueva”.
Es sabido que los grupos de presión son constituidos para la defensa de los intereses comunes de sus miembros y suelen ejercer presión directa o indirecta sobre los poderes políticos para obtener acuerdos más benéficos.
En el caso de la OTAN y los miembros del Pacto de Varsovia, ambas asociaciones con objetivos muy claros de defensa para sus miembros, mismos que pueden ser centrales, técnicos y periféricos, presentan posturas que los obliga a realizar actos de fuerza que muchas veces están en los límites de la cordura diplomática.
El apunte interesante de este análisis es que la Unión Europea en un acto de cabildeo de gran calado, toca las puertas de China para convencer a Xi-Jinping a que dialogue con Zelenski, el Presidente de Ucrania, sobre la marcha de la guerra dentro de un acto, en donde los europeos, muchos de ellos miembros de la OTAN, expondrían la idea de que enviar ayuda militar a Rusia no sería bien vista.
Esperemos que los embajadores europeos, Emmanuel Macron y Ursula Von Der Leyen, tengan éxito en Pekín.
Nos encontraremos más adelante.