Porque así como las empresas buscan quedar grabadas en la mente de sus consumidores para que éstos las prefieran al momento de adquirir bienes o servicios, los líderes necesitan una historia fantástica que al final justifique su “misión”, incluso sus barbaridades, asesinatos, hambrunas, por mencionar algunas.
Quizás uno de los hechos más icónicos de cómo el marketing puede construir un mito ocurrió el 8 de enero de 1959 en el Cuartel Militar Columbia, en La Habana, Cuba. Como debe imaginar, el lugar y fecha nos ubica en la entrada triunfal de Fidel Castro a la capital tras el derrocamiento del dictador Fulgencio Batista, y el primer discurso de Castro en su llegada al poder.
El hecho al que hago referencia quedó inmortalizado en varias fotos, mismas que recogieron el momento en el que al líder de la revolución se le posó encima una paloma blanca durante su discurso. La primera lectura de los asistentes al mitin, incluso por parte de los periodistas fue: se trata de una señal divina; es un enviado de Dios para la paz (lógico pensarlo luego de siete años de guerra en el país); es el enviado del Espíritu Santo; es un nuevo Mesías.
Los señalamientos citados previamente provienen de distintas publicaciones que hacen referencia al hecho ocurrido hace más de 60 años.
Culpar a los presentes de ingenuidad sería injusto. Fueron víctimas de una estrategia bien preparada por el equipo de Castro Ruz. En un momento de su discurso estaba previsto liberar una paloma blanca cerca del orador, para que se posara cerca de él.
La historia (o lo que nos han vendido como tal) indica que el ave prevista para dicho plan voló por encima de Castro al ser liberada, por lo que su objetivo no se cumplió. Pero, apareció otra paloma que sí terminó posándose sobre el dictador de Cuba por los siguientes 50 años.
Es probable que incluso la segunda paloma también haya estado “entrenada” o “arreglada” para posarse sobre Castro. Pero la historia que se ha vendido, el mito que se ha construido, es que el ave llegó libremente al líder para dejar plasmada una escena dramática sobre la cual se ha construido un simbolismo en torno a Fidel Castro y su papel como “salvador” de la isla.
Hoy sabemos que después de haber fusilado, por lo menos, a más de tres mil personas por haber atentado contra la revolución, de haber sumido al país en la miseria, el hambre, haber acabado con cualquier vestigio de libertad y haber “construido” posiblemente el país más retrasado del continente, que Castro no fue ningún enviado, no divino al menos.
Pero los mitos no se centraron únicamente sobre la figura de Castro, pues la propaganda también se encargó de atacar el derrocado régimen de Batista. Una de las ideas que se repitió constantemente durante los primeros años de la revolución fue que el batistato había asesinado a más de 20 mil cubanos. Cifras reveladas posteriormente indican que no hubo más de 2,500 muertes por causas políticas durante la dictadura de Batista. A más de 60 años de haber iniciado la revolución castrista, se han contabilizado por lo menos 7,600 muertes relacionadas con actividades políticas.
Otro mito en torno a la figura de Fidel Castro es el de los intentos de asesinato que sufrió, quizás uno de los más importantes relacionados con el culto a su personalidad. La propaganda castrista se encargó de difundir que su líder fue objetivo de 640 atentados contra su vida a lo largo de los 47 años que estuvo en el poder.
Esto se traduce en 13.6 atentados al año, o lo que es igual más de un intento de homicidio por mes. Algo que luce totalmente inverosímil, excepto en la vida de quienes han sido alimentados por la propaganda de la revolución cubana.
Por supuesto que Castro no ha sido el único. Alrededor de Adolfo Hitler, otro de los mayores genocidas de la historia, se construyó un culto a la personalidad también basado en la exageración de hechos históricos.
Como soldado durante la Primera Guerra Mundial fue herido en dos ocasiones (1916 y 1918), quedando en esta última parcialmente ciego tras un ataque con gas mostaza. El haber sobrevivido a tales ataques fue utilizado por Hitler y su equipo de propaganda para exaltar su valentía y que tenía un papel único por reconstruir el Reich.
Sin embargo, no hace falta ser experto en historia para saber que millones de soldados fueron heridos durante la guerra, y sobrevivieron.
Pero en estos casos el marketing y la propaganda exaltan estos hechos como extraordinarios, como parte de un mito mesiánico que termina contribuyendo a la consolidación del autoritarismo en el poder, y con ello la desgracia de sus pueblos.