Pareciera que el progreso tecnológico va ligado al retroceso en la humanidad, antes las parejas temían por que existiese una tercera persona en la relación, sin embargo hoy los dispositivos móviles son ese tercero que aleja y enfría el contacto humano estimulando el narcisismo y por tanto el egoísmo.
Acudimos a un establecimiento para que una persona nos llame por nuestro nombre, exigimos la personalización de la experiencia, un servicio impecable, demandamos a cada momento atención y ser vistos. Solicitamos likes en las redes sociales para saciar una aparente necesidad de existir en un mundo cada vez más frío.
Nos hemos vuelto voyeristas motivados por el morbo, parecemos paparazzi de aquellos que tenemos en Facebook e Instagram, exponemos nuestra crítica sin mesura, en ocasiones con crueldad. Pareciera que estamos devolviendo las agresiones de las que fuimos víctimas y con ello estimulando un círculo vicioso.
Los valores humanos, sociales y familiares suenan como leyendas, anticuados, oldfashion. Pareciera que aquello que Freud llamó “pulsión de muerte” esté ganando en la sociedad, el desprecio, el elitismo, la búsqueda inconsciente y constante por la muerte propia y de los otros. Antes eran los excesos de alcohol, tabaco y drogas, hoy se ven los excesos en el consumismo cibernético. La droga es la necesidad de estar conectados a la espera de una moneda de “me gusta” para saciar la autoestima con base en otros.
Nos volvemos histéricos cuando olvidamos el celular, cuando no hay conexión a internet, cuando la gente no reaccionan con las fotos que subimos, cuando no responden de forma inmediata al WhatsApp.
Cada insatisfacción verbalizada (descarga de agresión) es una muestra del vacío emocional vivido y la carencia del manejo de la frustración lo cual muestra una debilidad del amor recibido en la infancia o incluso la ausencia de las figuras paternas y sus funciones, por ello debiésemos pensar en la generación que estamos criando desde nuestro papel de padres, tíos, amigos, tutores, maestros, hermanos, desde nuestro rol en la sociedad.
Quizás el desconectarnos de la vida online y reconectarnos con la vida real sea un deporte que debiésemos practicar, así como la reflexión, la lectura y la empatía.
La empatía es comprender (no entender) a una persona desde su marco de referencia en lugar de hacerlo desde el marco propio, para lo cual no se debe emitir un juicio o prejuicio. Esto conllevará a experimentar de manera vicaria los sentimientos, percepciones y pensamientos de la persona. Para ello debemos desconectarnos de los contenidos propios y más aún de los contenidos vomitados por las otras personas, y digo vomitados porque se confunde libertad de expresión que conlleva una reflexión con descarga de agresión.
Creo que los responsables del marketing debiésemos tener en mente la repercusión ante un consumismo irresponsable y detenernos a pensar qué estamos haciendo para fomentar la empatía por las personas. Preguntarnos por el sentir de los clientes o prospectos y cómo impactamos en mejorar su vida ya que cada contacto con el producto o servicio del cual somos responsables lleva una catexia envestida por la cultura corporativa que repercutirá en el comportamiento del cliente y por tanto, en el comportamiento de la sociedad.