Es difícil pensar en una caricatura de la Virgen de Guadalupe, es un símbolo tan preciado en México que cualquier acercamiento podría resultar irrespetuoso para muchos. Sin embargo, Amparo Serrano lo hizo, y además creó a partir de ello una marca que traspasó las fronteras y se convirtió en un icono por sí solo. Ella fue capaz de convertir el mito del ayate en un ícono pop disponible en cuadernos, mochilas, loncheras, joyería, entre muchas otras cosas.
Claro que tendrá sus detractores pero es imposible negar que su gráfica es trascendental pues creó una nueva manera de ver a la Virgen, un cambio de imagen con el que se acercó, sobre todo a los más jóvenes que ya no dicen las viejas letanías sino “Virgencita plis”.
Fue tan trascendental su obra que modificó la percepción de aquellas imágenes sangrientas de las iglesias católicas, claro que su trabajo artístico dista kilómetros de la magnificencia de un Caravaggio, sin embargo, modificó la mirada a los ángeles y vírgenes.
“Amparín” contribuyó a modificar la visión secular y agresiva de la religión que utiliza el miedo y el control para mantener a los feligreses, una visión extremista y cruel.
Hoy mucho gracias a la picardía de Amparo entre otros ya no es posible comprender la actividad religiosa de la Iglesia, ni descubrir el valor antropológico, social e histórico del reconocimiento personal de Dios como antes.
Amparo recientemente murió, muy joven y con un futuro imaginable sumamente exitoso. Su marca quedará para siempre a través de sus productos. Su sátira de colores puede ser cruel, pienso en los denominados “Ksi-meritos”: ¿neonatos?, ¿abortos?, ¿que promueven los roles de género y son pro vida?… quizá sólo juguetes.
Más allá de las versiones, ella creó un estilo, una firma buena onda y colorida de ver una parte de la vida y eso es muy difícil. Son pocos los casos que lo han logrado a través de la gráfica pero uno de ellos es José Guadalupe Posada, quien también se influenció en el imaginario mexicano, es decir, en lo que somos, para crear la Catrina, un grabado en metal que se publicó en 1873, con el que se representaba la imagen de una calavera ataviada con un sombrero de plumas a la moda europea de entonces.
A partir de ese momento “La Garbancera” tomó un lugar irremplazable como ícono e incluso descripción de “lo mexicano”, que además encajaría a la perfección con la representación de la muerte y de cómo la concebimos desde nuestra herencia prehispánica y el sincretismo tras la conquista española. Todo ello, tras un grabado genial.
Posadas definió su dibujo como “Garbancera” por los vendedores de garbanzo, que siendo pobres aparentaban ser ricos y querían ocultar sus raíces indígenas… la crítica sigue siendo tan actual en el México contemporáneo.
La influencia de la obra de Posadas le llegó posteriormente a Diego Rivera quien la plasmó en su obra Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central, reforzando así y para siempre lo que después se convertiría en parafernalia, películas y toda una tradición anual.
De acuerdo con la página de Internet de su fundación, Amparo Serrano decía que “todo ser humano tiene un don artístico y que es muy importante descubrirlo y desarrollarlo al máximo”, ella lo descubrió pero muy pocos lo hacen.