Esta historia que les voy a contar es muy diciente y reveladora, de la enorme soledad que estamos sintiendo hoy. Y de paso, apoya mi teoría de que con las redes sociales han empeorado muchas cosas, entre ellas la cada vez mayor soledad del hombre posmoderno. Una amiga pierde a su mamá, lo anuncia en su muro –como hoy lo hacen muchos para enterar a los demás de las cosas importantes- y empieza a llenarse su perfil de muchos mensajes de condolencias y de cariño.
“Ella te acompaña desde el cielo”, “Estoy contigo, fuertes abrazos”, “No estás sola, cariño, siempre a tu lado”, “Tus amigos te apoyamos siempre, lo siento mucho”, etc., etc.
Hasta ahí, todo normal. Papá Facebook nos ayuda para poder decirnos las cosas. Pues esta amiga cumple años unos días después del fallecimiento de mi mamá. Otra vez no se hacen esperar los mensajes en su muro. Todos le dicen cuánto la quieren, los tantos deseos maravillosos que tienen para su vida, las cosas buenas que esperan que le suceden en esta nueva vuelta del sol… En fin, casi 300 mensajes expresan incondicionalidad, solidaridad y amor. Muy bonito. Un muy bonito muro de amor y amistad.
Yo veo rápidamente su muro y siento la necesidad de llamarla. Apenas la felicito y le digo lo mucho que la pienso y que la quiero por su día y la acompaño en su duelo, se desgaja una catarata de llanto… Ella desconsolada, no puede parar de llorar. Se desahoga. Le pregunto que si puedo hacer algo por ella, que si necesita algo y ella muy tajante me dice: “compañía”, “necesito que me abracen, que me contengan, no puedo conmigo misma”. De inmediato pactamos un día y una hora y junto con otra amiga común la apapachamos con flores, abrazos y té todo un sábado. Hasta le ayudamos a sacar la ropa del clóset de su mamá y a poner cosas en orden. Ese tipo de cosas que paralizan en esos momentos.
Pues qué les digo. Esta historia me ha llenado de reflexiones. ¿Decenas de mensajes para qué? ¿Felicitaciones y apapachos virtuales de qué sirven? ¿Ya se nos volvió costumbre felicitar y saludar a todos, pero en el fondo la mayoría no los importa un comino? ¿Puede el muro de Facebook contenernos en una situación verdaderamente difícil de la vida? ¿Tiene algún significado real que nos escriban doscientas personas? ¿Quiénes son? ¿A cuántas les importa que tenemos el corazón roto? ¿Cuántas de ellas estarían dispuestas a estar un sábado con nosotros ordenando las cosas de nuestro ser querido que murió?
Pura palabrería emocional es lo que se han vuelto las redes sociales. Un mínimo porcentaje aparece en el muro pero está presente con bríos cuando estamos rotos en la vida real. Es que es la vida real lo que ciertamente importa, parece una obviedad, pero tal parece que debemos repetírnoslo y vivirlo así. No somos amigos por cumplir con unas palabras en un muro, eso no da consuelo al alma, más bien puede dejar la sensación de una soledad mayor. Es de algún modo una farsa, la farsa de la conexión, de que estamos cerca, sí, en red, unidos, para las que sean.
Pues no es cierto, creo que estamos más solos que nunca. Miles de personajes absolutamente solos con un teléfono en la mano… Tristeza. Desgarrador panorama.