Ante fenómenos desconocidos como el que el mundo enfrenta ahora en materia de sanidad, dígase el coronavirus, surge una pregunta hasta cierto punto lógica sobre la existencia de un grupo integrado por líderes capaces, que tome las grandes decisiones en nuestra casa, el globo terráqueo. La premisa no es una cosa menor.

¿Existe realmente un gobierno mundial?

Cada día la Tierra enfrenta nuevas crisis y, conforme avanzan los tiempos, las políticas públicas diseñadas por los países se verán insuficientes para cubrir todas las necesidades que exige una población mundial más demandante. En consecuencia, cada decisión que se tome deberá tener un valor agregado no solo para temas locales, sino para un impacto global, de ahí la pregunta sobre si requerimos ya de un consejo asesor mundial que, con toda la información y con todas las herramientas disponibles, trabaje para nuestra protección y bienestar.

Lo anterior no quiere decir que propongamos un nuevo imperio que dirija los destinos del globo, sino que, ante crisis tan impactantes, un grupo de expertos opere.

Vienen a nuestra mente una serie de filmes que sobre la propuesta se han producido, tales como Divergente, la misma Guerra de las Galaxias, Matrix, 1984 de Michael Radford, e Inside Job, entre otras que nos alertan sobre lo que podría ocurrir si no ponemos los frenos.

¿Qué esferas de control y coordinación interpaíses tenemos hasta ahora?

El Grupo de los 20 (G-20) está integrado por las naciones que marcan la agenda mundial, pero es el G-7 el que tiene a los países más desarrollados del planeta sentados en la mesa de la coordinación general de las políticas públicas determinantes para nuestra sobrevivencia como humanos. El calentamiento global, la economía, las barreras arancelarias, la migración, el control de las armas atómicas y la producción agroindustrial, son algunos de los temas torales que revisan Alemania, Japón, Canadá, Estados Unidos, Francia, Reino Unido e Italia.

Esta figura es lo más parecido a un gobierno mundial, misma que ha excluido a Rusia por sus afanes militaristas contra Crimea y Ucrania. A su vez, el mundo está actualmente gobernado por unas pocas docenas de burós, tribunales y directorios que confían en expertos que diseñan las diferentes alternativas a tomar en la mesa del G-7 y que son cruciales para un gobierno global eficiente y democrático.

Un ejemplo más de eficiencia gubernamental, lo tenemos con la Unión Europea, que no deja de ser una integración regional con áreas de tamaño muy grande y con potencias claramente identificadas; otra experiencias las tenemos con la Organización de Estados Americanos, la liga de los Estados Árabes y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), cúpulas y organizaciones top, que ayudan a establecer la gobernabilidad mundial.

¿Qué esquema podría operar bajo estas circunstancias?

En un marco de instituciones a múltiples niveles, diría Josep M. Colomer: “Ninguna autoridad gobierna con competencias exclusivas. Cada nivel de gobierno se ocupa de diferentes grupos de temas y pueden tomar decisiones finales sobre algunos de ellos, también cooperan y comparten el poder”.

La conclusión y el llamado es para que fortalezcamos las instituciones globales, como las ya mencionadas, y evitar un nuevo fracaso como el de la llamada primera globalización, llevada a cabo a principios del siglo XX. De facto, ya tenemos un gobierno mundial operado por expertos bajo estas figuras y lo ideal es que sigan trabajando así.

En nuestros tiempos y con la llegada de los nuevos nacionalismos, la gobernabilidad pudiera navegar ante los líderes proteccionistas que con sus posturas y políticas evaden una coordinación, como la del G-7, que nos marca el camino y facilita las soluciones ante cualquier eventualidad como la que hoy amenaza el orden establecido de la salud: el Covid-19.

Nos encontraremos más adelante.