De forma frecuente escuchamos que determinado producto o servicio tiene baja calidad, es decir que no funciona de la forma en la que se tenía pensado o que cuenta con poca resistencia. Y pese a que la frase se entiende, surge la duda sobre sí es posible que los productos tengan una “mala calidad”.
De acuerdo con el consultor de gestión del siglo XX y experto en gestión de la calidad Joseph Jurán, el término se refiere a aquel producto o servicio que es adecuado para el uso y que al mismo tiempo satisface las necesidades del cliente.
Por su parte, organizaciones como la Sociedad Americana para el Control de Calidad (A.S.Q.C.) se refiere a este termino como el “conjunto de características de un producto, servicio o proceso que le confieren su aptitud para satisfacer las necesidades del usuario o cliente”.
Vale la pena destacar que de entre los productos que cumplen ciertos requisitos existen diferentes niveles de satisfacción con base en el desempeño que obtuvo, de acuerdo con el Instituto Nacional de la Calidad (INACAL), por tal motivo es común que surjan frases que la califiquen como buena o mala.
Y al considerar las definiciones de esta controversial y útil palabra dentro de la industria de la publicidad y la mercadotecnia, sólo apuntan a mercancía que cumple con las expectativas del consumidor no se puede decir que determinado producto es de buena calidad, ya que sólo describe a aquellos que llenan las necesidades del cliente de forma óptima.