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Factores como infraestructura, mano de obra calificada y cadenas de suministro eficientes han convertido a China en el principal centro manufacturero global.
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Las cadenas de suministro actuales son altamente globalizadas, lo que dificulta atribuir un único país de origen a un producto.
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El 27% de la manufactura con valor agregado a nivel global proviene de China, según el Banco Mundial.
Un bloguero ha decidido poner a prueba el nacionalismo que promueve Donald Trump. En un video que rápidamente comenzó a circular en redes, el creador de contenido visitó la famosa tienda ubicada dentro del hotel Trump con una sola misión: comprobar si los productos de merch que se venden realmente son fabricados en Estados Unidos, tal como lo predica el actual presidente.
Desde el inicio, el recorrido parecía confirmar el discurso. La mayoría de los artículos, desde gorras hasta camisetas, mostraban etiquetas que afirmaban con orgullo haber sido hechos en territorio estadounidense. Sin embargo, la narrativa comenzó a tambalear cuando el bloguero encontró un producto con una etiqueta distinta: un termo que indicaba estar “diseñado en Oregón”, pero con fabricación en China.
Lo que más llamó la atención fue descubrir que algunos productos tenían una pegatina colocada estratégicamente para ocultar la leyenda “Made in China”, lo que el bloguero consideró una forma de maquillar el origen real del artículo. La investigación no terminó ahí: también detectó productos procedentes de Bangladesh y Vietnam.
Comentarios que destacan:
🕵️♂️🇺🇸Un ‘blogger’ investiga productos de la tienda Trump y sus orígenes
👉Se adentró en la tienda de la marca Trump, cuestionando cuántos productos son realmente hechos en EE.UU.pic.twitter.com/iu3l0K6GK0
— RT en Español (@ActualidadRT) April 12, 2025
A pesar de estos hallazgos, su conclusión fue que al menos el 50% del merch disponible sí es fabricado en Estados Unidos, aunque esto no evitó el debate que desató en redes sociales. Muchos cuestionan la coherencia del mensaje nacionalista de Trump frente a la práctica real de su marca.
La visita, más allá de los datos duros, volvió a abrir la conversación sobre qué tan alineadas están las acciones comerciales del expresidente con el discurso que lo ha caracterizado políticamente.
En ese sentido, el fenómeno del “Made in China” es un componente esencial de la economía global actual y refleja la profunda interdependencia entre países en términos de producción y comercio. China se ha consolidado como el principal centro manufacturero del mundo, desempeñando un papel clave en múltiples industrias, desde la tecnología y los textiles hasta la maquinaria y los productos de consumo. En 2023, el país reafirmó su liderazgo como el mayor exportador a nivel mundial, con un volumen de exportaciones que superó los 3.6 billones de dólares, representando cerca del 15% del comercio global de bienes, de acuerdo con cifras del portal Vaventura.
Además, su participación en la fabricación con valor añadido global alcanzó el 27% en 2024, según datos del Banco Mundial, lo que evidencia su capacidad para no solo ensamblar productos, sino también desarrollar procesos industriales complejos. Este crecimiento ha sido impulsado por una combinación de factores como su infraestructura avanzada, una fuerza laboral calificada y cadenas de suministro altamente eficientes, según señala un análisis de Starlight Trading.
Esta situación ha dado lugar a una economía global en la que incluso productos considerados típicamente nacionales, como algunos artículos de marcas estadounidenses, dependen parcial o totalmente de la manufactura extranjera. Un ejemplo claro son dispositivos electrónicos de marcas como Apple o Dell, que, aunque diseñados en Estados Unidos, son ensamblados en China. Este tipo de interdependencia revela la dificultad de atribuir un origen único a un producto en la actualidad, ya que sus distintas partes y procesos suelen estar distribuidos por varios países.
Frente a este contexto, los discursos nacionalistas que promueven el consumo exclusivo de productos hechos en el propio país enfrentan serios desafíos. La realidad es que, en un contexto donde las cadenas de producción están globalmente integradas, es cada vez más complicado sostener la idea de una manufactura completamente nacional. Más allá de lo que diga una etiqueta, la procedencia de muchos productos responde a una red internacional de producción, ensamblaje y distribución que trasciende fronteras. Esto ha dado lugar a debates sobre la coherencia entre los discursos políticos nacionalistas y las prácticas comerciales que, en la mayoría de los casos, dependen inevitablemente de la economía global.
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