¿Cuánta información publicitaria recibe el ser humano en toda su vida? Y de ésta, ¿cuánta realmente quiere recibir y la recuerda?
Bueno, ya no vayamos tan lejos. No en toda su vida. ¿Qué tal si consideramos solamente la información publicitaria en un solo día?
De acuerdo a un análisis de la agencia española de consultoría estratégica y gestión integral de medios NEUROMEDIA, recibimos un impacto publicitario cada 10 segundos. Quiere decir que cada día estamos expuestos a 6,000 impactos (más de 2 millones de mensajes publicitarios en un año).
Si a estos mensajes sumamos todos los demás impactos de comunicación, no relacionados con la publicidad directamente (aunque algunos de ellos sí pueden venir con alguna referencia o recomendación de alguna marca) y que vienen desde diferentes fuentes (medios de comunicación convencionales, redes, personas de nuestro entorno, etc.) nos damos cuenta que estamos sobre expuestos a la información.
Ésto nos afecta en diferentes sentidos. Uno de ellos es el que se refiere al fenómeno reconocido como la “Infoxicación”, que es la sobrecarga de información que recibimos a diario, desde la masificación del internet y redes sociales, con la consecuencia de tener personas abrumadas, cansadas y con problemas que pueden afectar al receptor con diversas consecuencias como:
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La comparación (pensemos en el FOMO (Fear of Missing Out), que describe ese miedo a la pérdida y ausencia de eventos sociales aparentemente importantes provocada por la comparación en redes sociales)
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Falta de concentración (dispersión, procrastinación y desconfianza hacia los medios de información)
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Cambio de hábitos (recibir tanta información dudosa en la red termina por fatigar, consumiendo mucha energía y afectando horarios de sueño)
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La salud mental (La infoxicación fatiga y desencadena estrés y ansiedad. El ruido digital que recibimos a través de las diversas pantallas a nuestra disposición afectan tarde o temprano nuestra salud mental).
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Esta condición la debemos relacionar necesariamente con la publicidad, tanto como “afectada” como “provocadora” del fenómeno.
Si nosotros recibimos 6,000 impactos diarios de publicidad, habría que ver cuántos de ellos son realmente relevantes para las personas. Se dice que solamente somos capaces de retener un máximo de 18 mensajes, con capacidad de captar nuestra atención, conectando con un significado y generando un recuerdo.
De acuerdo al estudio “Meaningful Brands” de Havas Media Group, si mañana mismo desaparecieran el 77 por ciento de las marcas a nivel internacional, a la gente no le importaría. Según el 60 por ciento de los 350 mil entrevistados, la información que ofrecen las compañías no es creíble y no contribuye a mejorar su calidad de vida.
Gran problema para los publicistas. No solamente hay falta de credibilidad, sino que también hay una sobre exposición publicitaria que no está dando buenos resultados a las marcas por una deficiente estrategia de difusión.
De acuerdo a un estudio llevado a cabo en Estados Unidos por las agencias GWI y WARC, el 52 % de los encuestados dijeron que demasiados anuncios impactan negativamente en su visión de marca.
Cuando se les preguntó “qué palabra describe mejor los anuncios que normalmente ve…” en la televisión, las redes sociales y los sitios web, la opción “excesivo” ocupó un lugar destacado en las listas de muchos consumidores.
¿Qué sucede también con la publicidad? Se produce lo que se conoce como el Ad Fatigue.
El Ad Fatigue es la reducción del rendimiento de los anuncios provocada por la sobre exposición que sufre el público objetivo.
La repetición constante y la alta frecuencia de ver/escuchar un mismo contenido cansa a la audiencia y genera una “autodefensa natural” (gracias también a la percepción selectiva) que pasa por alto cualquier mensaje que lo identifique como “publicitario”, evitando recordarlo. En el ámbito digital se conoce también como “Banner Blindness”.
Un estudio de Lithium Technologies demostró que más de la mitad de los nativos digitales ha recortado el tiempo que pasan en las redes, o directamente a evitarlas, por el exceso de anuncios que reciben cuando acceden, expulsándolos del entorno social.
O sea, más que lograr atraer a los consumidores/usuarios a las marcas, lo que se está consiguiendo es alejarlos de las mismas. Se están sintiendo invadidos por una publidad que no quieren recibir, antes de reconocer los beneficios que se pretenden comunicar. Es como tener un vendedor (que no sabe vender) pegado a nuestra espalda, insistiendo en convencernos que le compremos, cuando lo primero que queremos es zafarnos de esa presencia tan molesta y correr a un sitio seguro.
Lo que me lleva a preguntar: ¿Quién demonios decidió la nefasta estrategia de difusión del espectáculo Shen Yun, apareciendo invasiva y constantemente en exteriores, camiones, redes, televisión y hasta en islotes de plazas comerciales con sus respectivos vendedores que te interceptaban en el camino?
Si se tiene la fortuna de disponer de mucha “inversión” (que yo lo veo como gasto) en medios, hay que saber cómo utilizarla sin agobiar a la audiencia. Sobre todo en estos momentos de infobesidad en la que nos encontramos para que no nos odien como marca.
Querido Santa Claus; ya sé que faltan 7 meses para que llegues, pero por favor, como regalo te pido que para el próximo año ya no nos sobrecarguen de publicidad que no queremos ver y que mejor los de Shen Yun le hagan una invitación personal a Maxine Woodside y a los demás testimoniales pagados. Seguro que van.