Aristóteles, uno de los primeros teóricos de la comunicación, decía en el año 335 a.C. que para que exista un proceso comunicativo debían participar tres elementos:
1. La persona que habla.
2. El mensaje que dice.
3. La persona que escucha.
Con este simple modelo, uno de los principales filósofos, biólogos y el padre de la metafísica, impulsó lo que hoy conocemos como la ciencia que promueve el entendimiento humano, la puesta en común de ideas, proyectos, sistemas y políticas públicas, que dan paso a la dinámica social en el mundo: la comunicación, nada más y nada menos.
La retórica elaborada por Aristóteles hace más de dos mil 300 años, se enfocaba en el orador y no había tantas referencias a los dos restantes elementos de su modelo (la persona que escucha, por ejemplo), lo cuál convertía a éste en el centro de los debates, de las clases en las ágoras y las conversaciones en los mercados públicos de la época, que funcionaban muy bien como una especie de esfera de la clase política en donde se discutía la cosa pública.
Muchos años después, surgieron los modernos teóricos de la comunicación como Harold Lasswell, David K. Berlo, Umberto Eco, Giovanni Sartori y Marshall McLuhan, entre muchos más que tomaron como base los elementos aristotélicos para elaborar sus propios modelos; claro está, se integraron con ellos nuevos elementos como el canal, las codificaciones y el feedback (retroalimentación), pero la base fue conservada.
Tomando en cuenta la frase de que no existe nada nuevo bajo el sol, fueron creados nuevos modelos de comunicación de masas y la figura del orador pasó de ser protagonista estelar de los mismos a uno más de la cadena. Veamos por qué:
“La gestión de la escucha”, diría la exdecana de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra Mónica Herrero, es el concepto que impulsa esta columna.
Hoy en día, la acción de escuchar para un político, un empresario, un líder social o un académico se convierte en la columna del nuevo modelo comunicacional que debemos proyectar.
La persona que escucha——-La necesidad planteada para resolver—–La persona que entiende la necesidad y retroalimenta a la persona que escuchó.
De esta forma, el orador de Aristóteles sigue presente, pero como el último eslabón de la cadena comunicacional, pues hoy en día lo más importante, repito, es SABER ESCUCHAR.
Bajo este nuevo enfoque, debemos atender con cuidado y paciencia a nuestras audiencias para después elaborar mensajes certeros que provoquen emociones positivas y respuestas claras sobre nuestro ser y quehacer.
Una reflexión para concluir
Estamos en plena cuarta revolución industrial, donde el mundo digital rige nuestras vidas y actividades; aquella persona que no domine esta revolución está en riesgo de caer en la banda del analfabetismo funcional, así de crítica es la situación.
Sin embargo, no debemos olvidar lo construido por personajes como Aristóteles, pues siguen vigentes sus enseñanzas que nos permiten fortalecer nuestras comunidades.
Dejar que la tecnología nos atrape es propiciar que las sociedades se despersonalicen y que el contacto humano se pierda del todo, ¿vale la pena avanzar así?
El propósito con tecnología pudiera ser el camino.
Nos encontraremos más adelante.
Federico Torres.