Estaba en la fila del “Starbucks”. Delante de mí, dos personas esperaban su turno de ordenar mientras una tercera charlaba entusiastamente con el barista a la vez que ordenaba y pagaba. Alcancé a escuchar, mientras avanzaba, exclamaciones de admiración y aplausos provenientes de los empleados del café y, esto me causó curiosidad. Cuando finalmente mi turno llegó y ordené, el barista, amable y sonriente- me comentó, en respuesta a mi pregunta sobre la conmoción y algarabía, que ésta había sido causada al observar a un cliente como ¡mágicamente!, pagaba su cuenta abanicando su reloj de pulsera frente a la lectora de códigos de la caja registradora. Habían quedado sorprendidos al atestiguar, por vez primera, uno de estos últimos artilugios llamados “Gadgets” en forma de reloj de pulsera venido del lejano oriente.
No puedo ni debo, vaya…, me desagrada cacharme infraganti teniendo una visión anacrónica sobre los avances tecnológicos de consumo. Considero que una visión paralítica de cualquier cosa, denota senectud mental y rechazo al cambio. Cuando desestimo avances, me percibo cerrado a las transformaciones tan necesarias en la vida, a su valor y utilidad. Claro, siempre y cuando “esa utilidad exista, sea real y necesaria” y… la podamos traducir en valor.
Pues les confieso que eso justo me pasó al ver el reloj en el Starbucks. Me paralicé, tuve un rechazo cognoscitivo. Cuando el cliente mostraba jubiloso su recién adquirido “Gadget” haciendo alarde de sus increíbles facultades, de inmediato, instintivamente, llevé mi mano a mi propio reloj para cerciorarme de que estuviera ahí. Lo sentí con la punta de los dedos, deslicé mi pulgar por su contorno, comparé y me dije…
Me entusiasmé cuando hace años dejamos el teléfono fijo sustituyéndolo por el enorme e incómodo NOKIA 3000, pues el paso fue necesario: libertad, disponibilidad y belleza. El momento cuando cambiamos los mapas del tamaño de un periódico y/o guías del ancho de una Biblia, por el GPS, fue para mi -que me encanta viajar- la liberación pues el mundo dejó de ser un lugar extraño y peligroso. Me gratificó el camino recorrido desde la DESK TOP, a la NOTE BOOK, ya que el procesamiento de datos se transformó en armonía en movilidad misma que se ha hecho sinfonía en disponibilidad con las TABLETAS. Fui víctima de los aparatos comunicadores de mensajes vía operadora, y me fascinó cuando el smart-phone se encargó de: mensajes, voz y correo. Vaya, hasta cuando los multicromáticos abanicos españoles de mano se convirtieron en eléctricos, portátiles y chinos, los adquirí divertido pues tuvieron todo el sentido del mundo.
Pero cuando, con mis manos sentí el reloj de pulsera que heredara de mi papá, de la misma marca que obsequiara a mis hijos en su graduación y a mi esposa de aniversario. Al momento de sopesar el valor y tradición que representa para mi familia y para tantas otras un reloj, me pregunté… ¿Vale la pena desaparecer un aparato tan emblemático a fin de pasarle algunas funciones del celular para hacerlas mas cómodas? ¿Será qué en el futuro los anillos de boda, graduación y/o jubilación serán marca Sony, Samsung o Apple? ¿Qué todo se puede volver un Gadget?. El tema es complicado y no pretendo, querido lector, que estés de acuerdo conmigo, sólo te comparto mi manera de pensar.