Delegación
Los teléfonos inteligentes han incrementado fuertemente el delegado de la información, recordación y búsqueda. Delegar es excelente ya que mejora nuestra existencia centrándonos en lo importante. Es una práctica ejecutiva “sine equa non”, sin embargo, en el mismo tenor, delegar actividades a los teléfonos inteligentes, va minando nuestras básicas capacidades incluyendo el recordar, el buscar y el analizar aspectos como la ortografía, la indagatoria y el raciocinio complejo. Aplicaciones que los teléfonos inteligentes han hecho propias para nuestra comodidad y su comercialización. No necesariamente así para nuestro crecimiento intelectual.
Ortografía
Como profesor e instructor corporativo, me expongo a diario al horror del lenguaje mal escrito. Antes del advenimiento de los correctores de ortografía en los procesadores de palabra, ante la duda, era común preguntar a maestros y padres y/o hacer un esfuerzo por recordar como se escribía una palabra e indagar en el diccionario. Este proceso garantizaba aprendizaje ya que la acción: no saber-preguntar-buscar-encontrar-re-escribir-saber, nos hacía fijar en la mente, no sólo su correcta escritura, sino su exacto significado. Todo cambió con la entrada de los dichos procesadores. La acción de corregir quedó “delegada” al procesador del teléfono inteligente que, no sólo corrige la palabra en automático y SIN PERCATARNOS, sino que “se adelanta a adivinarla haciéndonos la vida mas sencilla despojándonos del proceso inteligente de la búsqueda e incapacitándonos de reconocerla… si la misma palabra se vuela a presentar”.