En 2008 colapsó la burbuja financiera del sector inmobiliario en Estados Unidos, lo que derivó en una crisis mundial, en ese entonces una de las industrias más afectadas en el vecino país del norte fue la automotriz a tal grado que la ciudad de Detroit tuvo que declararse en banca rota.
Un año después la repercusión se hizo evidente, durante 2009 se vendieron 10.4 millones de unidades, el peor año desde el nuevo milenio; para 2010 se mostraron las primeras señales de recuperación económica; el indicador de ventas de autos nuevos creció, y así continuó la tendencia hasta 2017, en el año que acaba de terminar este apartado se ubicó en 17.2 millones de unidades, durante 2016 logró su máximo desde el año 2000 con 17.6 millones de vehículos.
Sin embargo, este factor no es motivo de alarma, ya que se espera que para este año también bajen las compras de autos, pero ¿cuál es la razón?; de acuerdo con Bloomberg existe una migración de los autos compactos a las SUV, es debido a esto que los automóviles dejan de ser opción para los consumidores norteamericanos.
Además de que los autos de lujo también presentarán mejores resultados con el paso del tiempo; según el medio, la apuesta de las armadoras será en las SUV ya que la mayoría de firmas presentarán nuevos modelos que están destinados a que la experiencia sea el valor agregado que genere la captación de nuevos clientes.
A diferencia de México, en donde la caída en la venta de vehículos nuevos en un 4.6 por ciento a tasa anual, según datos de la AMDA, sí tiene que ver más con un impacto directo al bolsillo del consumidor, derivado de la alta inflación, entre otros factores.
En el mercado estadounidense, la migración hacia las camionetas derivará en que, una vez más, sea la mercadotecnia el territorio donde la competencia enfoque sus esfuerzos, desde promociones, experiencias en puntos de venta, campañas publicitarias, estacionalidades, entre otras herramientas; las empresas pongan en los profesionales de esta herramienta el futuro de sus ventas.