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Alvaro Rattinger

En el Umbral Digital: Recuperando la Autenticidad en la Era de los Algoritmos

En 2018, Zander Nethercutt escribió una columna sobre la muerte de la autenticidad. El argumento central era que el uso de redes sociales como Instagram creó una idea uniforme de cómo deberían verse cosas tan mundanas como las cafeterías. Hoy en casi todo el mundo podemos encontrar la misma fórmula para un retail de consumo de café. También sucede en el diseño de interiores, donde por la misma fuente central de inspiración, las casas en Estados Unidos siguen patrones de colores muy predecibles. Este año será el beige, pero el anterior fue el gris, y así subsecuentemente.

Según Kyle Chayka, autor del libro Filterworld, en los últimos años los algoritmos han influido en nuestras decisiones y experiencias de manera casi imperceptible, desde la recomendación de restaurantes hasta las redes sociales como TikTok y Netflix. Este fenómeno ha transformado tanto los espacios físicos como digitales en lugares diseñados para un consumo fluido, generando ansiedad en el proceso. Los usuarios de tecnología enfrentan ecuaciones basadas en datos que intentan predecir sus deseos, a menudo fallando, lo que genera una aparente sumisión que permite a las empresas limitar nuestras experiencias y vidas. Esto plantea preguntas urgentes sobre la libertad personal en un mundo regido por algoritmos. Pero también abre la puerta a cuestionar el efecto que tendrá la inteligencia artificial en los años que vienen.

Hoy es casi imposible pensar en un texto con faltas de ortografía. La versión más austera de la inteligencia artificial hace un trabajo fantástico en eliminarlas. También asegura que los textos guarden congruencia y sean gramaticalmente correctos. Esto hará que la calidad global de la letra escrita suba; pero, debemos reconocer que en ese proceso se volverá uniforme, predecible y aburrida. Tanto Nethercutt como Chayka tocan un asunto importante: en el proceso de eficiencia se pierde autenticidad. Es difícil imaginar un libro como Pedro Páramo si se hubiera usado inteligencia artificial para crear el texto. Es cierto que las ideas son el génesis de lo creado por la IA, y en ese sentido, el resultado será producto de la creatividad del autor. Sin embargo, es importante reconocer que lo que estas máquinas entregan tendrá el mismo nivel de acabados. Lo vemos con la generación de imágenes usando IA: tienen un je ne sais quoi que las hace verse iguales entre sí. Son fáciles de identificar. Con el tiempo, es probable que estas herramientas sean capaces de generar imágenes más únicas, pero el primer paso de cualquier creación —ya sea texto o imagen— será muy similar, y sólo las versiones más avanzadas serán diferentes.

Era de los Algoritmos

En marketing, publicidad y medios, esto presenta un reto importante. Hoy es fácil identificar si un email ha sido escrito usando herramientas de inteligencia artificial, pero como he dicho antes, el mayor problema es que no sean leídos y que se delegue a otro motor de inteligencia artificial la contestación. Nos encaminamos hacia un mundo con perfecta redacción, pero con poco o nulo conocimiento real. Ya vemos los primeros efectos de la tendencia de buscar contenido usando inteligencia artificial en lugar de los buscadores tradicionales de internet. Lejos de obtener más variedad en los resultados, vemos mucho menos. Esto es similar a lo que sucedía con la sección amarilla: en una página podíamos ver un anuncio grande seguido de muchos pequeños; en Google nos entregaban 10 ligas, pero en SearchGPT o similares, recibimos una sola respuesta. Es decir, cuanto más tecnología, menos profundidad de información. Algunos podrían argumentar que la respuesta de ChatGPT es creada a partir de muchas fuentes. Eso puede ser cierto en teoría, pero en la práctica, la mayoría de nosotros ignoramos cómo llegó ChatGPT a ese resultado. Es posible que ni siquiera OpenAI tenga una respuesta definitiva.

Esto nos obliga a pensar qué queremos de la inteligencia artificial. ¿Textos pulidos y perfectos, pero sin personalidad? ¿O algo con un toque más humano? Probablemente, las faltas de ortografía sean bienvenidas en el futuro, así como hoy a los jeans se les incorpora de manera intencional marcas de imperfección y desgaste en vez de un acabado perfecto de índigo azul. Es momento de cuestionar para qué, cómo y cuándo usaremos la tecnología, y cuándo dejaremos que sea nuestra humanidad la única y verdadera vendedora de nuestras ideas y productos.

Este es el desafío al que nos enfrentamos: la tecnología seguirá avanzando, pero depende de nosotros decidir en qué aspectos queremos que nuestras decisiones, nuestras expresiones y nuestros productos sigan siendo auténticamente humanos. ¿Podemos permitirnos que nuestras vidas estén gobernadas por algoritmos, o debemos reclamar el control sobre lo que significa ser auténtico en la era digital?

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