Por Daniel Granatta
Twitter @danigranatta
Ya saben que lo que se lleva ahora es tener una cuenta de Quora y presumir de que uno tiene invitaciones. Y el tema, si no tienes cuenta aún, es pedir invitaciones, aunque no se sepa para qué sirve Quora exactamente. Yo, de hecho, no lo tengo muy claro. Gustavo me invitó el sábado pasado y di de alta mi cuenta, pero no he hecho mucho más. Salvo recibir correos, muchos correos.
Y es que de repente mi cuenta de correo se llenó de notificaciones de Quora y de amigos que “me siguen” y conversaciones-preguntas que me “han recomendado”, y claro que me pueden decir que Facebook o Twitter también lo inundan a uno de mensajes, pero esos ya los tengo filtrados, así que por ellos no sufro tanto. Pero en los primeros momentos todo lo proveniente de Quora pasaba directamente al Inbox y sí se hacía notar de forma bastante descarada, así que por un rato me puse a pensar en las cosas que recibo diariamente en mi correo que no provienen de amigos o tienen relación con mi trabajo.
Y quizá sea por, entre otras cosas, que escribo aquí, que una inmensa cantidad de esos correos proceden de marcas o empresas que tienen más o menos que ver con la publicidad, la mercadotecnia y la investigación de mercados, ofreciendo sus servicios algunos, pidiendo ser mencionados por aquí los otros, y con un común denominador a todos los mensajes, la sensación de hostigamiento que a uno se le genera por estos correos, primero porque no los he pedido, segundo porque además de no pedirlos algunos me ofrecen no recibirlos más si lo indico en un correo de contestación (¿cómo? ¿tengo que pedir no ser molestado?), y tercero (y peor aún) porque están redactados de una forma en la que lo único que acierto a pensar es en cómo conseguirán capitalizar clientela enviando correos como esos. ¿Realmente alguien dirá: “oh, qué interesante, por favor envíenme más información”? Yo creo que no.
Quizá sea como contrapeso a esa sensación de hostigamiento por lo que una de las categorías que más me gusta en los festivales publicitarios sea esa denominada (con más o menos variaciones) Email marketing. Esa categoría que le da valor al contenedor (un correo electrónico) como una pieza limitada pero interesante dentro de su modestia para transmitir un mensaje más allá del texto o imágenes que contenga, una especie de “ajá!”, “wow!” o cualquier palabra que quieran utilizar para describir ese momento en el que estamos viendo algo que produce dentro de nuestra cabeza un “clic!”. Eso es lo que yo querría recibir por correo electrónico, no interminables listados ofreciéndome una lista de productos de los que poder hablar en esta columna. Algo como este clásico, el “Kit Kat Jesus”:
O como esta otra campaña de mails donde Renault te deja claras las características de su nuevo Megane. O como este otro correo de Librerías Gandhi, que además de ser email marketing también es un magnífico ejemplo de marketing directo. O este otro de Interlingua, donde te queda claro cómo se aprende un nuevo idioma. O como esta otra campaña de Cruz Roja en España, donde se puede hacer del correo un elemento estético.
Ya ven que en general todas las piezas tienen en común ese “clic!” del que hablaba antes, independientemente del recurso (redacción, animación, interacción) que utilicen para ello, y es ese “clic!” el que justifica para mí el recibir en mi correo un mensaje de alguien que no conozco. Y es que debiéramos ser más considerados con el tiempo de los demás, y si les vamos a pedir que nos lo otorguen, que sea al menos a cambio de algo que merezca la pena.
Esa debiera ser la primera regla sobre el email marketing a seguir por todos aquellos que se asoman cada día a los buzones de correo electrónico de los demás. Qué tal un “clic!” para el que recibe, en vez de una simple versión digital del tan clásico y telefónico método “cold calling” para prospectar nuevos clientes.
Pues eso, y no me sufran por Quora, que ya verán como dentro de nada les llegará la tan ansiada invitación. A ver si se enteran de qué va la cosa y me la cuentan 🙂