Imagina que subes a un elevador y dentro de él te encuentras a la persona que podría ayudarte a darle un impulso vital a tu proyecto, a tu empresa o incluso a tu carrera. Estás frente a una oportunidad que debes de aprovechar sí o sí, y no cuentas con más de dos minutos para aplicar un discurso breve, atractivo e impactante para lograr su atención. Si logras venderle tu idea, hacer que se interese y lograr que esté dispuesto a darte una cita posterior, habrás aplicado con éxito un elevator pitch.
Elevator pitch es un concepto que se utiliza en las técnicas de discurso a la hora de presentar un proyecto ante clientes potenciales, con ideas claras, sencillas, concretas y sobre todo, breves. Nació en la década de los 80 y se popularizó en el mundo corporativo como una importante estrategia de relaciones públicas para lograr objetivos concretos.
Pero esta estrategia va más allá de edificios y viajes en ascensor; como obviamente no vas a pasarte todo el día subiendo y bajando pisos para ver a quién te encuentras, un elevator pitch es más bien la metáfora perfecta para entender que el tiempo en que va a durar la atención de alguien es brevísimo, por lo que está en ti utilizar las palabras adecuadas para obtener lo que deseas de cualquier persona cuando sea necesario.
Según estudios, la mente humana sólo puede mantenerse enfocada en un discurso por no más de tres minutos, de ahí que las presentaciones larguísimas con slides de Power Point retacadas de letras sí son muy efectivas para que tu público enfoque su mente, pero no en lo que tú estás tratando de comunicarles, sino en sus asuntos pendientes, sus problemas o cualquier otra cosa, menos en tus ideas. Por esto, siempre que nos encontremos en una situación como esa, es importante recordar que, pasados tres minutos de tu locución, para tu auditorio sólo serás alguien que está hablando palabras muy difíciles de retener y su mente estará definitivamente en otro lado.
Partiendo de esto, saber traducir la estrategia del elevador puede ser un paso importante que determinará tu éxito al ofrecer tu producto o servicio, encontrar un inversionista para tu startup o venderte a ti mismo. Para ello, existen algunas reglas para lograr con éxito que tu idea sea tomada en cuenta:
La brevedad es indispensable, en dos minutos no hay tiempo para introducciones largas. Se trata de hacer a un lado las palabras que son prescindibles para ir a lo concreto. Cuando el tiempo es breve no conviene hacer largas presentaciones de uno mismo: aquí no importará quién eres, a qué te dedicas, cómo conoces a esa persona, etc. Sino la idea concreta sin más parafernalia alrededor.
El lenguaje tiene que ser simple, la manera en que expliquemos nuestro proyecto debe ser tan sencilla que deberá entenderla desde un niño hasta una persona de la tercera edad. Utilizando enunciados de fácil digestión, nuestra idea será mucho más fácil de retener.
Hay que tener presentes las bondades que ofrecemos, que es justamente lo que la otra persona desea escuchar. Por ello, debemos desarrollar la habilidad de sintetizar en ideas breves lo que ellos van a obtener de nosotros y qué nos diferencia de la competencia, aplicando el factor emocional como algo indispensable.
Anticiparnos, memorizar las palabras clave, conocer a quien nos estamos dirigiendo, e imaginar qué es lo que nos podrían preguntar para tener las respuestas a la mano. Se trata dejar menos preguntas y más respuestas.
Con todo esto, lo ideal es preparar un texto que incluya nuestras ideas más importantes que habremos “comprimido” lo más posible. No se trata de memorizarlo por completo, sino siempre ponerlo en práctica en nuestro discurso cuando se te presente la oportunidad.