El videoescándalo forma parte de los elementos de la guerra sucia dentro de la estrategia polĂtica de MĂ©xico, ya que tiene como primer fin opacar la figura de algĂşn funcionario o aspirante a cargo pĂşblico y poner en tela de juicio su credibilidad y su calidad moral.
A 14 años de que se acuñara el tĂ©rmino videoescándalo que involucraron con actos de corrupciĂłn al entonces jefe de gobierno de la Ciudad de MĂ©xico, AndrĂ©s Manuel LĂłpez Obrador, y que mostraran un supuesto financiamiento ilegal, el estilo y el recurso de este tipo de contenido ha figurado en la estrategia polĂtica.
Las estrategias basadas en debilitar, desprestigiar y vulnerar al contrincante polĂtico, se convirtieron en el eje central de las campañas electorales offline. Los ataques constantes y el intercambio de acusaciones por corrupciĂłn entre los candidatos contrastan con la ausencia de propuestas.
El año 2004 se toma como una referencia en MĂ©xico, dado que la televisiĂłn abierta mostrĂł en uno de sus noticieros con más audiencia “cĂłmo un polĂtico recibĂa dinero por parte de un empresario”.
Este mecanismo ha funcionado para detener el avance en las encuestas de los aspirantes a cargos pĂşblicos en los distintos niveles de gobierno, ya que al poner en tela de juicio la credibilidad de un lĂder o representante de un movimiento y tiene mayor relevancia en los paĂses o sociedades con una cultura polĂtica de baja informaciĂłn o donde la polarizaciĂłn social es demasiada.
La novedad de la neurocomunicaciĂłn en el marketing polĂtico es observar cĂłmo actĂşa la gente ante la publicidad polĂtica, cĂłmo se explotan las emociones que puedan dirigirse al cerebro y detonar una actitud en pro o en contra de cierta persona o acciĂłn.
Se supone que el tambiĂ©n llamado neuromarketing tiene como objetivo activar neuronas para influir en las decisiones. La guerra sucia se basa en este aspecto, sobre todo tomando como canal de difusiĂłn a las nuevas tecnologĂas de informaciĂłn.
La guerra sucia electoral puede catalogarse de antiética, en el sentido de que manipula al individuo evidenciando supuestas realidades que lastiman su perfil, agrediendo hasta en la intimidad del contrincante, olvidándose de que la moralidad tiene dos perfiles en cualquier ciudadano, si nos metemos en un terreno muy psicológico es fácil saberlo.
Durante 2018, las campañas electorales tambiĂ©n se libran en internet y las redes sociales, donde los polĂticos se dicen de todo, porque la Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales no contempla la regulaciĂłn de dicho medio.
La “intromisiĂłn” de los llamados “colectivos troll” se hacen cada vez más presentes en la campaña. El asunto se muestra delicado y los equipos de estrategia polĂtica demuestran lo vulnerables que están las tendencias digitales ante grupos que pueden desestabilizarlas y cargarlas a favor de un contendiente o en contra del otro.