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Según un informe de McKinsey, el 80% de las grandes economías están invirtiendo en soberanía tecnológica, con foco en inteligencia artificial, semiconductores y sistemas de conectividad avanzada.
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La carrera por dominar el futuro de la conectividad ya no solo se libra en las redes móviles, sino en el espacio de las conexiones de proximidad, donde los estándares actuales empiezan a mostrar señales de agotamiento.
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Para 2030 se proyectan más de 37 mil millones de dispositivos IoT conectados globalmente, refiere GSMA Intelligence.
China ha vuelto a dar un paso decisivo en su carrera hacia la autosuficiencia tecnológica. Esta vez lo hace apuntando directamente al corazón de nuestras conexiones inalámbricas: Bluetooth. El nuevo contendiente se llama SparkLink, y no solo busca reemplazar este viejo conocido, también pretende sacudir los cimientos del WiFi y del NFC con una propuesta mucho más potente y eficiente.
Aunque este proyecto surgió en parte como respuesta a las restricciones comerciales impuestas a Huawei, SparkLink no solo es una solución alternativa: representa una evolución en la forma en que los dispositivos se comunican entre sí.
En una era donde la velocidad, la eficiencia energética y la estabilidad en la transmisión de datos son más importantes que nunca, SparkLink emerge como una alternativa seria que busca optimizar las conexiones de corto alcance. Desde auriculares hasta relojes inteligentes, pasando por autos conectados y electrodomésticos, esta tecnología promete enlazarlo todo con menos consumo y más rapidez.
Pero lo interesante de SparkLink no es solo su rendimiento, sino su ambición. A diferencia del clásico Bluetooth, este nuevo estándar no nace con limitaciones heredadas de décadas anteriores. Su arquitectura toma como punto de partida los avances logrados con NearLink, otro desarrollo chino, pero orientado a conexiones de largo alcance, y los adapta para ofrecer una experiencia mucho más robusta a distancias cortas.
¿El resultado? Una conexión que apunta a ser más estable, con menor latencia y capaz de manejar una mayor cantidad de dispositivos al mismo tiempo. Y eso sin hablar del salto en velocidad de transferencia, que deja al Bluetooth en clara desventaja.
China no solo quiere dejar de depender de tecnologías extranjeras, quiere también imponer sus propios estándares. Y con SparkLink, parece tener los argumentos para lograrlo.
Y es que, su llegada al mercado va muy en serio y velozmente pues ya se han distribuido más de 100 millones de chips compatibles con este nuevo estándar, una señal clara de que la industria está empezando a adoptarlo en serio.
Más que reemplazar al Bluetooth, la apuesta china consiste en superar sus limitaciones de raíz. SparkLink logra velocidades de transmisión más altas, latencias ultrabajas (apenas 0,02 milisegundos) y un consumo energético muy reducido (10 mW), lo que lo convierte en una opción ideal para dispositivos de nueva generación, desde wearables hasta autos inteligentes.
Su desarrollo responde no solo a una necesidad política, sino a una visión técnica y comercial clara: construir un ecosistema de conectividad que sea más rápido, más estable y menos dependiente de los estándares occidentales.
En ese sentido, la conectividad inalámbrica es uno de los pilares de la era digital.
Según el informe “Global IoT Connections Forecast” de GSMA Intelligence, en 2030 habrá más de 37 mil millones de dispositivos conectados en todo el mundo, más del doble que en 2022. Esta expansión masiva requiere tecnologías de comunicación más eficientes, seguras y adaptables, capaces de sostener redes complejas sin interrupciones.
El Bluetooth, por ejemplo, aunque ha sido un estándar dominante desde los años 90, enfrenta limitaciones importantes, como velocidades que no compiten con los estándares más modernos, alto consumo energético en entornos de múltiples dispositivos, y vulnerabilidades en materia de seguridad.
Además, tecnologías como el 6G aún en desarrollo anticipan un entorno en el que la conectividad será ubicua, con velocidades hasta 100 veces superiores al 5G actual, pero que requerirá también protocolos de corto alcance mucho más rápidos y con menor latencia para poder operar eficientemente en tiempo real.
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