Una verdadera estrella fugaz fue Diana Mariscal, auténticamente admirada durante los años sesenta e identificada dentro del grupo de talentos ligados a Alejandro Jodorowski, debido a su protagónico dentro de la película Fando y Lis de 1968.
Ahora, apenas recordada la vida de la cantante y actriz será recuperada a través del documental El silencio de la princesa, dirigido por Manuel Cañibe y con el apoyo del Instituto Mexicano de Cinematografía y del Centro de Capacitación Cinematográfica.
La obra, que será estrenada próximamente, plantea una interesante recuperación de testimonios, hechos e imágenes que contrastan la ingenuidad de la estética camp y de la moda a gogo, con las sórdidas manifestaciones del “existencialismo” sesentero; el repentino despegue de la estrella y su misteriosa desaparición de los escenarios, dicen, derivada de un severo padecimiento de depresión.
Trágicamente, la actriz falleció en años recientes, sumida en el olvido, víctima de un atropellamiento a la edad de 62 años, y en su ausencia, Cañibe se asoma en su vida, su carrera y su enfermedad, a través de sus conocidos.