Sin embargo, las escuelas, sin importar si son públicas o privadas, cada vez solicitan a los padres de familia más y más materiales, útiles, transporte, alimentación, que se suman a los costos de inscripción y colegiaturas (si es el caso) que pueden tener un costo de entre 16 mil 609 y 251 mil 660 pesos según la plataforma de préstamos Kueski.

En medio de una nube inflacionaria, el regreso a clases se encareció hasta 30 por ciento respecto al 2021. Entre la compra de útiles escolares, uniformes y mochilas, de acuerdo con a Asociación Nacional del Pequeño Comerciante (ANPEC), los padres de familia gastaron cerca de dos mil 800 pesos por el regreso a clases, aunque estimado lector seguramente usted estará riendo después de leer esa cifra porque gastó mucho más.

A ello debemos sumar el costo del almuerzo que les enviamos a los niños y que según el periódico El Financiero puede alcanzar hasta 380 pesos por 13 sándwiches sin contar la fruta, verduras, jugo y alguna confitería.

Todos queremos lo mejor para nuestros hijos, pero ¿realmente valdrá la pena este esfuerzo? Siento decirle que la respuesta es no para la gran mayoría de los 25 millones de estudiante que regresaron a clases. Hasta 2016 la prueba internacional sobre educación PISA reveló que México es el último lugar en calificaciones dentro de los miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). En aquel momento, antes de la pandemia y de las medidas de la administración de Andrés Manuel López Obrador en materia educativa, sobre una escala en la que la media es de 500 puntos, los alumnos mexicanos no aprobaron un solo examen: ni ciencias, lectura o matemáticas.

Uno de los puntos que incide en el desempeño escolar es que en comparación con otros países de la OCDE, México tiene las proporciones más altas de estudiante por maestro en educación primaria y secundaria: 28 estudiantes por maestro en primaria (comparado con el promedio de la OCDE de 15) y 30 en educación secundaria.

A diferencia de lo que se pudiera pensar, el tiempo que los niños le dedican al estudio no es determinante para que tengan éxito. Por ejemplo, en Finlandia uno de los países con mejores resultados en esta materia, los niños inician la educación formal a los 7 años, tienen jornadas escolares más cortas, vacaciones más largas, pocas tareas y no hacen exámenes.

En este sexenio los cambios no han sido significativos, pero para este ciclo escolar se implementará un nuevo programa en la educación básica que contempla la inclusión, el pensamiento crítico, la interculturalidad, igualdad de género, fomento a la lectura y la escritura, arte y experiencias estéticas y vida saludable, todo bien con ello pero ¿y las matemáticas? ¿el pensamiento científico y tecnológico?

Entre las voces que dudan de su eficacia se encuentra el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), que advirtió que el plan de estudio para la educación básica establecido por la SEP no tiene un “diagnóstico basado en evidencia, ni una guía aterrizada para los docentes”.

Sin ser una experta no le auguro mucho éxito al nuevo plan en medio de un mundo que requiere cada vez más científicos, creadores de plataformas, manejo de datos, de expertos en medio ambiente y médicos… tardarán en verse reflejados los resultados y esperemos que mis premoniciones no sean ciertas.