Aún nos encontramos con compañías que tienen mujeres en sus directorios, pero generalmente se trata de una o dos frente a una gran mayoría de hombres, lo que pone en evidencia un intento totalmente fallido de supuesta igualdad. La paridad sigue estando lejos por diversas cuestiones pero, por sobre todo, por la visión arcaica del rol de la mujer en cuanto a hogar y maternidad.

Y esto no se ve solo a nivel corporativo, la política también lo pone de manifiesto. En este sentido, tal como dicen Julia Gillard y Ngozi Okonjo-Iweala en su libro “Mujeres y Liderazgo”, el sexismo no va desaparecer pronto.

Las autoras, explican que muchas veces las mujeres líderes son fuertemente juzgadas por su apariencia. Esto se ve claramente con lo que sucede con la Primera Ministra de Finlandia que siempre es más noticia por sus estilismos que por sus acciones. Otra prueba de que, lamentablemente, las mujeres en la política no son tan valoradas por sus acciones como por sus looks.

En el mundo de la política las mujeres también tienen que estar preparadas para ser juzgadas por cómo ejercen su maternidad. Así, mientras la paternidad aumenta la percepción positiva de los líderes masculinos, la maternidad parece ser una experiencia más problemática. Eso se vió, por ejemplo, cuando ganó las elecciones Jacinda Arden y el intenso escrutinio por parte de los medios sobre cómo llevaría adelante su papel de líder con su hija bebé y ni hablar ahora cuando anunció la renuncia a su cargo porque no se sentía con energías suficientes para desempeñarlo y privilegia pasar más tiempo con su hija. En política, las mujeres también tienen que estar listas para enfrentar que se hable de sus elecciones reproductivas. Sobre esto Gillard, recuerda en el libro el trato respetuoso que recibió la ex Primera Ministra británica, Theresa May, que no tenía hijos en contraposición al que se le dispensó a ella, como Primera Ministra de Australia, en la misma situación. Pero había una diferencia: May quería, pero no podía, tener hijos, mientras que Gillard no tenía hijos por elección y eso parece no estar bien visto, mucho menos en política donde la imagen de familia tradicional parece ser garantía de un buen mandato.

Por supuesto que estas líneas son una mirada rápida a una cuestión que merece un debate mucho más profundo, pero sí es interesante observar que se da en todos los ámbitos más allá de los mencionados acá. Sin ir más lejos también sucede en el ámbito de las PR. En esa línea dos reconocidas colegas, Luz Canella Tsuji y Carolina Carbone, hace tiempo que vienen llevando adelante una investigación sobre el techo de cristal en nuestra profesión en Argentina y las conclusiones reflejan lo que decía antes, sucede en todos los países y en la mayoría de los ámbitos. Según su investigación, en nuestro país, en los tres segmentos de desarrollo profesional: consultora/agencia, directores de comunicación y académicos, los puestos jerárquicos ocupados por mujeres representan el 42%, el 19% y el 31%”, respectivamente, pero a medida que se avanza hacia cargos/rangos que detentan mayor poder, ganan espacio los hombres incluso aquellos que no son profesionales de las relaciones públicas pero igual cubren ese rol, en detrimento de las mujeres y, especialmente, de las mujeres que sí son profesionales de las relaciones públicas.

Reza la frase, “los lugares que uno no ocupa, los ocupará otro”, pero rescato la mirada esperanzadora del inicio de esta nota. Al menos lo estamos hablando, que no es poco.