Es casi una máxima de cualquier profesional de comunicación el sugerir a una marca, persona u organización que haya contratado sus servicios, el que, sí o sí, debe de conversar. Ciertamente, esto obedece a que, desde el auge de las redes sociales detonado alrededor del 2008, cambió el paradigma de cómo consumimos información y nos relacionamos como sociedad.
Las organizaciones dejaron de controlar cuándo y cómo se hablaba de ellas, las redes sociales nos mostraron, prácticamente en tiempo real y a color, cómo las personas nos agrupamos por intereses y hablamos de cosas que tenemos en común, siendo parte de ese momento, o no, la organización, marca o persona incumbente. Esto nos ha llevado a que se genere lo que ahora denominamos una red de ruido.
Dado que el éxito no está en la cantidad, sino en la calidad de una interacción, dos personas que se hablan la una a la otra no necesariamente generan una conversación; ahora multipliquemos eso por millones, esas mismas voces que hablan sin parar en redes sociales, medios de comunicación, asociaciones, buscadores, congresos, convenciones, eventos, etc., son una red de ruido.
El éxito de una conversación radica esencialmente en hablar poco y escuchar mucho; sí, escuchar es el verdadero poder de una conversación y consiste en dedicar nuestra energía, atención e inteligencia en esa tarea que demanda concentración y puede provocar respeto y fidelidad. Cuando sabemos escuchar, se genera entendimiento, lo que crea acuerdos y vínculos significativos.
Cuando me preguntan cuál es el valor añadido que tiene una consultora de comunicación, relaciones públicas o relaciones con gobierno, opino que pasa por esa habilidad de ayudar a amplificar la capacidad de escucha de los grupos de interés con los que interactúan nuestros clientes, permitiendo incluso decantar la balanza para un lado u otro en su entorno de negocio y operación.
Con ello, el asesor puede sugerir oportunidades de acción que realmente fomenten beneficios en la contribución que se realiza entre la organización, sus grupos de interés y viceversa.
Conversar es un superpoder, si se hace correctamente. En términos profesionales, la gestión de reputación, estrategia de comunicación o relaciones públicas adquieren un nuevo sentido, se alejan de los artilugios tradicionales vigentes por los últimos 100 años. Se expanden las capacidades respecto a la manera en la que, nosotros, como profesionales de esas materias, asesoramos y generamos valor para una organización y su equipo directivo, pero también para las personas que se relacionan directa e indirectamente con ellos.
Son pocos los espacios para tener genuinas conversaciones y hay una oportunidad extraordinaria para provocarlos. Hoy, ya no basta con ser una parte de la conversación, debemos ser la conversación.