Los Tanques de Pensamiento de las organizaciones están definiendo que estas deben contar con una propuesta de reorganización ante los constantes cambios que experimentamos en estos tiempos.
La famosa frase de “renovarse o morir” se impone como la tendencia a seguir.
Para iniciar la reestructura es menester efectuar un análisis de la situación (contexto en el que se desenvuelve la empresa), que nos permitirá identificar cuál es la necesidad, eventualidad o crisis a resolver y esto será lo que oriente y motive el objetivo que se pretenda con el proceso de renovación.
La primera pregunta que nos surge es:
¿Qué buscamos hacer con nuestra organización?
– ¿Una fusión?
– ¿Buscar nuevos aliados?
– ¿Realizar una reconversión tecnológica?
– ¿Solucionar una crisis económica?
– ¿Acabar con una crisis por un escándalo en nuestro entorno?
Lo cierto es que existe una gran variedad de objetivos posibles y, dependiendo de lo que se quiere, surgirán las funciones y las tareas del equipo de la empresa, asociación o coalición que experimente el cambio.
Citemos algunos objetivos que ponemos a su consideración:
Ganar consistencia del mensaje.
Priorizar la creación de bienes intangibles.
Ajustarse al ritmo de la diversidad de canales de comunicación existentes.
Incorporar el feedback de los públicos a la formulación de la estrategia.
Mejorar la participación ciudadana.
Priorizar una relación transparente con los distintos públicos.
Elevar la reputación corporativa.
Una vez resueltas las preguntas sobre lo que buscamos hacer con nuestra organización y definir el o los objetivos que buscamos, tendremos que identificar los factores críticos para obtener éxito.
La propuesta de reestructura no es un “deber ser”, ni una carta de buenos deseos, debe ser un documento muy ajustado a las capacidades de nuestra empresa, como cuántas personas la integran, el estilo que prevalece, el nivel de preparación del personal, los recursos económicos con los que contamos, la cultura organizacional y las tradiciones que nos impulsan. En independencia de lo anterior, debemos revisar el contexto del país en el que nos desarrollamos. Sin duda esto marca la ruta.
Por ejemplo, sí lo que se desea es introducir un nuevo producto al mercado por parte de nuestra compañía, lo primero que debe realizarse es un estudio de mercado para saber si tiene viabilidad y revisar qué otras empresas ya lo hacen y con qué resultados.
Asimismo, debemos conocer el nivel económico de los clientes potenciales y las necesidades que cubrirá el mencionado producto, que debe presentarse como una innovación en la plaza.
Las opciones que se nos presentan (pueden ser muchas más), una vez establecida la propuesta, estarían en la siguiente lista:
¿Agrupa las tareas por funciones?
¿No solapa funciones ni tareas?
¿Evita redundancia de funciones y tareas?
¿Se ajusta bien al tamaño de la organización?
¿Se cuenta con recursos para ponerla en práctica?
¿Se identifican los elementos que deben ser prioritarios?
¿Deja claro quién se encarga de qué, para quién, y cuándo?
¿Se observa con claridad que la oficina de comunicación lidera el proceso?
Incluimos en la parte final de la lista el rol que debe desempeñar la oficina de comunicación porque hoy en día los comunicadores organizacionales están listos para liderar estas reestructuraciones.
Al final del proceso, si logramos realizar una buena propuesta de reorganización y además se lleva a cabo con éxito, el modo CRISIS que se presente será atendido de inmediato con pericia y muy pronto pasará a la historia.
Nos encontraremos más adelante.