La celebración del Mundial de Futbol en Rusia despertó muchas dudas y cuestionamientos entre los viajeros que asistirían a esta justa magna. Y no es para menos, la historia de Rusia como destino turístico está llena de mitos, historias y realidades que justifican los temores y las incertidumbres.
Las redes se inundaron de información, real y “fake” sobre algunas reglas y normas que los visitantes deberían de guardar durante su estancia en Rusia, bajo la amenaza de ser sancionados. No manifestarse en las plazas con banderas extranjeras, no cubrirse el rostro con máscaras, no consumir bebidas alcohólicas en la calle, evitar muestras afectivas entre personas del mismo sexo, son algunas de ellas.
Lo que legitimaba o al menos daba cierta credibilidad a estas declaraciones, es que se asocian a un Estado caracterizado por el rigor y la severidad que impone su líder. Sin embargo, como avanza el Mundial, a los rusos se les ha revelado una realidad muy diferente.
Dicen que en Rusia las mujeres son bellas y los hombre fríos y duros, como esos que aparecen como enemigos de James Bond. Un mito: los rusos están mostrando un rostro hospitalario y de complicidad con los forasteros. Un hecho revelador ha sido la manera como los rusos celebraron la primera y segunda victoria de su selección. La primera fue alegre, ruidosa, alegre y hasta ahí. La segunda, fue influida por manera en la que los mexicanos celebramos, lo que puso a Moscú de cabeza. Los rusos atestiguaron como los mexicanos llevaron banderas, cornetas, máscaras y tequila con la complacencia de la autoridad. El siguiente festejo ruso fue escandaloso para los estándares conocidos y se prolongó hasta el amanecer; algo inaudito.
Otro tema perceptivo es el idioma. El ruso es quizá el elemento que le da cohesión a la nación. Prácticamente en todos los rincones del país se habla y no hay otro aspecto en su enorme territorio y entre sus varias etnias, que les de mayor identidad.
Por años, el idioma inglés fue ignorado, se dice que motivado por la situación tirante con los Estados Unidos durante la Guerra Fría. Profiency califica el nivel de inglés de Rusia, entre los más retrasados de Europa.
Ahora están pagando el precio. Los turistas que llegaron a Rusia tienen una sola queja y que es común: no hablan inglés. Y aunque en años recientes se tomó la iniciativa de incluir la enseñanza del inglés en las segundarias, aún es temprano para notar un efecto.
Y a Rusia la alcanzó el destino. Un país altamente atractivo para el turismo, no ha aprendido a hablar. Se entiende que la mayoría de la población no tenga conocimiento de una segunda lengua, pero es inconcebible que al checar tu boleto de avión, las recepcionistas en los hoteles y el personal de los restaurantes, apenas mastiquen el inglés.
Incluso, en la programación de la televisión de los hoteles, no ofrecen canales o contenidos en inglés. De acuerdo a un estudio realizado en España, donde todos los contenidos en idioma extranjero son doblados al español, se dice que ello es un obstáculo para el aprendizaje, pues no les permite familiarizarse con el idioma.
Pero el cambio está tomando su rumbo. En un suburbio de Moscú, varios taxistas asisten a un curso de inglés que proporcionan las autoridades cuyo objetivo es servir a los turistas durante el Mundial. El Google Translate se ha convertido en su primera herramienta para darse a entender, así como para entablar una conversación.
Los rusos aducen que esto es solo temporal y producto del Mundial de Fútbol, pero otros afirman que es una tendencia que difícilmente se podrá detener. La decisión recae en una persona: Vladimir Putin, que tendrá que decidir si permite y alimenta esta corriente hacia la apertura o prefiere quedarse con un producto turístico incompleto y un recurso humano limitado.