La industria musical en 2025 se enfrenta a un escenario lleno de desafíos y oportunidades, donde las reglas del juego se reinventan constantemente. Como artistas, productores o incluso fans, no podemos ignorar la velocidad con la que el marketing musical ha evolucionado, impulsado por la tecnología y las nuevas formas de interacción digital. Este año no es diferente: para destacar, hay que dominar estrategias innovadoras, mantenernos al tanto de las tendencias y, lo más importante, fortalecer la conexión con nuestra audiencia.
En el segundo trimestre de 2024 se registró los ingresos de la industria musical fueron de 457,927 millones de pesos, evidenciando un alza de 6.25% con respecto al trimestre anterior, de acuerdo con datos de la Secretaría de Economía.
En este contexto, herramientas como la inteligencia artificial (IA) son esenciales. ¿Cómo ignorar su capacidad para analizar datos de audiencia y predecir patrones de consumo? Plataformas como Chartmetric nos muestran quién está escuchando, dónde y cómo. Esta capacidad de segmentación permite a los artistas adaptarse mejor a su público, pero también plantea una pregunta inquietante: ¿estamos sacrificando autenticidad por análisis?
Lo mismo ocurre con las redes sociales. Hoy en día, ya no basta con subir contenido de forma aleatoria. Los músicos tienen que convertirse en estrategas digitales, diseñando publicaciones con vídeos breves, colaborando con influencers y organizando transmisiones en vivo para conectar con los fans. Sin embargo, este énfasis en el contenido viral corre el riesgo de transformar a los artistas en meros generadores de tendencias, olvidando que la música, al final del día, se trata de emociones y no solo de métricas.
Por otra parte, la revolución de los NFT -cualquier tipo de archivo digital, como imágenes, audios, videos, avatares, o tweets, que sea original- y la tecnología blockchain -que facilita el seguimiento de activos y el registro de transacciones- está transformando la manera en que consumimos y monetizamos el arte.
Las promesas de exclusividad y conexión directa entre artistas y fans son emocionantes, pero no podemos dejar de reflexionar sobre si estas innovaciones están democratizando realmente el acceso a la música o, por el contrario, ampliando las brechas económicas entre quienes pueden permitirse estos “privilegios digitales” y quiénes no.
En cuanto a las plataformas tradicionales como Spotify y Apple Music, siguen siendo claves para el descubrimiento de nueva música. De acuerdo con The Competitive Intelligence Unit, unos 13.7 millones de usuarios en México pagan por un servicio de streaming de música.
Sin embargo, su modelo de negocio aún despierta críticas: la poca retribución a los artistas es un problema estructural que no se resolverá simplemente con optimizar estrategias para entrar en listas de reproducción. Este sistema necesita un cambio profundo que priorice la sostenibilidad de las carreras musicales, no solo la conveniencia de los consumidores.
En 2023, los ingresos de la industria musical en México aumentaron un 18.2%, con el streaming representando el 86.3% del mercado.
Finalmente, no podemos olvidar una herramienta tan “vieja escuela” como el marketing por correo electrónico. Mientras las redes sociales luchan con algoritmos y saturación de contenido, una lista de correos bien gestionada sigue siendo una vía directa y personal para conectar con los fans. Pero incluso aquí surge un dilema: ¿cómo logramos un equilibrio entre el acceso a nuestros seguidores y el respeto por su privacidad en un mundo que prioriza los datos por encima de todo?
El marketing musical en 2025 es un acto de equilibrio: creatividad frente a análisis, autenticidad frente a viralidad, conexión humana frente a avances tecnológicos. No existe una fórmula mágica para el éxito, pero si algo está claro es que los artistas que triunfarán serán aquellos que abracen el cambio sin perder su esencia. Al final, la música sigue siendo un arte, no una ecuación.