Es el cuento de nunca acabar y es muy conveniente no solo para los elegidos, también para el gobierno en curso que aprovecha la desviación de los reflectores.
Este ciclo no es la excepción, ya comienzan a mencionarse nombres desde Palacio Nacional, entre diputados, senadores y, claro, también en las mesas de millones de mexicanos de a pie. Por su parte, las “corcholatas” comienzan a alinearse, mostrarse, y para ello utilizan cualquier vitrina.
Llama la atención la estrategia de Claudia Sheinbaum que pretende mostrarse más cercana, cálida, y para ello utiliza sus redes sociales. Recientemente, por ejemplo, publicó una fotografía con su hijo, es claro, busca mostrarse como una mujer de familia, que además es inteligente y exitosa.
Pero si esa vía no funciona ya está llegando a las masas a través de las viejas y confiables pintas en bardas que ahora dicen el texto: #EsClaudia. Así, sin firma para evitar cualquier conflicto electoral. El mensaje es claro, sembrar en el electorado la idea de que la decisión de Morena ya está clara, y será la actual jefa de gobierno la ficha guinda ganadora.
Por otro lado, Marcelo Ebrard actual secretario de Relaciones Exteriores se lanzó con todo y anunció que conformará un equipo para ganar la encuesta interna de Morena. El “gabinete” será presidido por la senadora Malú Micher, presidenta de la Comisión para la Igualdad de Género.
En los eventos Marcelo se asume como ganador, y tiene a su favor la imagen del buen trabajo que hizo al traer las vacunas al país en el momento más crítico de la pandemia, además de los resultados obtenidos tras la demanda en contra de empresas armamentistas de Estados Unidos; aunque sobre él pesa la sombra de la trágica línea 12 del metro.
Son ellos, no hay más ni en la contienda interna y mucho menos en la oposición que se ha quedado sin una sola cara competitiva rumbo a la contienda.
A la par de la emoción que ocasiona (al menos a su columnista) la elección, México también tendrá otro acontecimiento muy importante en los próximos años aunque en el rubro deportivo. Se trata por supuesto del mundial de fútbol que por primera vez se organizará entre tres países: México, Estados Unidos y Canadá.
Este evento será responsabilidad precisamente del nuevo presidente de la República. Para dimensionarlo solo mencionar que la inversión de los estadios -privada y sin recursos públicos- será de menos de 160 millones de dólares y en contraparte se espera que la derrama económica directa genere 520 millones de dólares.
Además, la visibilidad que tendrá el país en caso de organizarlo de manera correcta y el presidente en turno que se podrá llevar la gloria de una buena organización.
Vendrán tiempos mejores o eso esperamos. Salir de la pandemia o al menos de la fase más crítica, y de la bola de recesión que dejó a su paso, y buscar, por qué no, un poco de diversión en los pies de futbolistas.