Todo lo que comemos y bebemos viene cada vez en tamaños más grandes, y por ende, nuestra sociedad es también cada vez más grande (y pesada). Al menos esta ha sido la tendencia en las últimas décadas en las que los estándares normales en las porciones alimenticias y de bebidas crecen a la par de nuestros índices de obesidad, hipertensión y diabetes.
A pesar de esto, los consumidores hemos a cobrar conciencia de esta situación y paulatinamente hemos comenzado a elegir opciones más saludables o no tan dañinas a la hora de buscar refrescarnos, lo que ha significado una notable disminución de las ventas de empresas como Coca-Cola, que según sus estadísticas, en 2014 vio disminuir sus ventas mundiales casi en un 7 por ciento.
No obstante, para hacer frente a esto, la industria refresquera ha tenido que implementar ingeniosas estrategias con las que ha logrado recuperar sus ventas y no quedarse atrás ante la popularidad de los estilos de vida saludables.
Hace un par de semanas, Coca-Cola presentó su último reporte de ventas en el que presume un aumento en sus ganancias de los últimos tres meses del año pasado. ¿La razón? la implementación de una estrategia de mercadotecnia en la que bien podría aplicarse el clásico “menos es más”: la refresquera optó por ofrecer sus bebidas en latas pequeñas de 237 ml.
En tiempos en los que los ingresos no son los mejores, un truco efectivo y asombroso es el de ofrecer productos en presentaciones diminutas, las cuales tienen como ventaja un menor costo de producción y un mayor margen de ganancia.
La lata con la medida perfecta para que los consumidores de refresco se deshagan de su antojo y no sientan el remordimiento de haberse tomado una lata de tamaño normal, con los riesgos que esto representa, ha sido el salvavidas de la compañía de los osos polares ante el extendido discurso de los daños a la salud que representa el consumir bebidas carbonatadas.
Sin embargo, a pesar de que una opción de esas dimensiones pudiera parecer menos perjudicial para el organismo, la medida puede resultar un arma de doble filo: el profesor de Economía del Comportamiento en la Universidad de Cornell, David Just considera que quienes consumen bebidas en envases pequeños suelen quedarse con las ganas de beber más, por lo que frecuentemente beben una segunda Coca Cola, ocasionando que su esfuerzo de beber menos se arruine y las ganancias de la refresquera aumenten como la espuma de una coca servida en un vaso.
Y es que la compañía que promete encender “la chispa de la vida” de sus fieles consumidores no ha sido la única criticada por la creciente tendencia del público por incluir grandes cantidades de endulzantes en sus bebidas. La omnipresente Starbucks también ha sido blanco de críticas debido a las cantidades escandalosas de azúcar y sus porciones enormes que ofrece en las miles de cafeterías alrededor del mundo.
Pocas semanas atrás, la Organización Mundial de la Salud denunció que muchas de las bebidas de Starbucks contienen niveles “escandalosos” de azúcar, sobre todo los cafés con sabores añadidos y crema chantillí. Algunas de ellas tienen el equivalente a ¡25 cucharadas cafeteras de azúcar!
En un país en el que 7 de cada 10 mexicanos sufre algún tipo de obesidad y cuyos índices al respecto lo colocan en el primer lugar con más personas obesas, no sólo debería ser prioridad de las autoridades obligar a cualquier marca que ofrece productos demasiado calóricos a que lo informen a sus consumidores en etiquetas completamente claras al respecto, sino que realicen una importante labor de educación para que los mexicanos entendamos, de una vez por todas, que el azúcar es una de las drogas más adictivas y dañinas y por ende, es un asesino lento e implacable.