Siempre estamos manipulados por los medios. Nos ponen a sentir, expresar y tomar las posiciones que quieran. Lo bueno es que hoy en día el mundo digital nos ofrece más y más de donde informarnos, y por supuesto también desinformarnos. Por ejemplo, el caso de Charlie Hebdo (innegable y doloroso acto de violencia) abrió reflexiones interesantísimas sobre los límites de la libertad de expresión y puso de manifiesto que ahora con la matanza de 2,000 personas en Nigeria, con todo el peso absurdo que eso tiene, en este mundo hay ciudadanos de primera, de segunda y de tercera categorías.

Pero lo cierto es que el problema no se agota en la matanza de los periodistas y caricaturistas franceses ni tampoco la de los nigerianos. La prensa nos maneja como niños para que ubiquemos la atención en eventos específicos y de ahí tomemos posturas que, usualmente, terminan estando descontextualizadas. No es la marcha en París, no son las caricaturas, no son estas guerras o las otras… es al final de cuentas la campaña de odio, las muchas campañas de odio en las que la humanidad está inmersa, y las herramientas con las que hoy cuenta para reforzar sus mensajes y ganar seguidores.

Me refiero en específico al tema de la Yihad 2.0. Detrás de lo sucedido en París se encuentra soslayado un fenómeno muy complejo. La fuerza que cada vez toma la red como transmisora de mensajes e instrumento proselitista, en el caso por ejemplo del Yihad (el decreto religioso de guerra de los islamistas extremos para difundir la ley de dios). Son muchos ya los casos de jóvenes occidentales que se hacen muyahidines (comprometidos con esta causa del Yihad) a través de primeros acercamientos virtuales.

Las estrategias para captar simpatizantes muyahidines en el mundo ya no se llevan a cabo en cuevas apartadas, ahora existe toda una estrategia digital, con community managers a bordo, que promocionan la causa a través de la red. Allí cuelgan ideos de masacres, decapitaciones e incluso fotos de animales y enfermos que mueven las banderas del Yihad. Además, la captación de adeptos, en redes sociales, para un futuro yihadista parece ser toda una labor de los mismos nuevos islamistas radicales europeos que se les acercan a partir de sus perfiles –quizás de sectores sociales deprimidos, con padres o ascendientes musulmanes, o incluso simplemente jóvenes de espíritu rebelde y libertario, sin mucho porvenir) y les hablan en sus códigos e idiomas.

Así tal cual, Facebook es una puerta de entrada a este mundo de la Yihad, y como han dicho muchos expertos en terrorismo y violencia política, por más de que la red social bloquee cuentas dedicadas a este fin, el fin no se acaba, pues se abren nuevas. Imparable, como el narcotráfico… Y es que lo grave es que, por ejemplo, la Fiscalía francesa calcula que existen entre 1,500 y 2,000 jóvenes franceses que están buscando salir del país para unirse a grupos extremistas, y se cree que cerca de 800 ya están en Siria.

Gravísimo, se trata de cientos de jóvenes que quieren huir de su realidad. Y aunque esta captación por la lucha religiosa armada no es un fenómeno nuevo, pues ya han existido hace unos años estas redes en las ciudades europeas, ahora Internet hace las cosas mucho más sencillas a la hora de vender la causa y a Siria e Irak como destinos de paraíso. Además el discurso de fondo es “salvar a la humanidad”, ya no importa tanto el tema religioso: “no me importa el Islam, yo hago el Yihad”.

Así es, nos tocó un mundo más abierto; donde todo se puede saber, ver y sentir; un mundo a través de pantallas donde todo está expuesto… y, sin duda alguna, nuestra única arma de defensa frente a la discursividad, de cualquier índole, va a ser siempre un criterio estructurado. Leer, saber, investigar, saberse quien uno es… No hay más.