Por: Joel Gómez
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El pasado domingo 6 de mayo hubo múltiples razones para debatir:
• Que por qué Salinas Pliego decidió no televisar el Debate de los candidatos a la presidencia.
• Que por qué Televisa puso en el canal de las estrellas a los Pequeños Gigantes en lugar de transmitir ahí el Debate.
• Que si era mejor ver el partido Tigres vs. Monarcas que el Debate.
• Que cómo se le ocurrió al IFE permitir que la edecán Julia Orayen, ex conejita de Playboy, saliera con ese provocador vestido a repartir los “turnos” de los candidatos.
• Que si lo mejor del debate fueron los 18 segundos en que apareció Julia Orayen.
• Que si a Gabriel “escaneó” detenidamente a la ya famosa edecán.
• Que si Gabriel fue “la revelación” del debate, o más bien los demás candidatos no lo pelaron.
• Que si Josefina, Andrés Manuel y Enrique se la pasaron atacándose en lugar de exponer sus propuestas.
• Que si Enrique ya no sentía lo duro sino lo tupido, mientras Andrés Manuel divagaba con retórica Santaniana y Josefina proponía a “los Avengers” como nueva policía.
Lo más importante para los partidos políticos: ¿quién ganó el debate? Al finalizar el debate, se publicaron encuestas al por mayor, cada una dando diferentes resultados, como es ya costumbre.
Lo interesante de toda esta parafernalia electoral fue que el debate no se realizó en el World Trade Center, el verdadero debate se llevó a cabo en las redes sociales, principalmente en Facebook y en Twitter.
Mucha gente no estaba preocupada en escuchar y analizar las propuestas de los candidatos (si es que las hubo), sino en encontrar los errores de Peña, López, Vázquez o Quadri para de inmediato lanzar críticas en un tweet o en el muro de Facebook. Los botones de “retweet” y “compartir” nunca habían sido tan explotados como en esas horas que duró el debate. Nadie veía ni reconocía los desatinos de su propio candidato, solo la paja en el ojo ajeno.
Algunos intrépidos se sintieron cronistas de futbol, y empezaron a relatar casi minuto a minuto lo que decía cada candidato, con el respectivo sesgo de sus preferencias personales, como si el debate no estuviera al alcance de YouTube o no fuera transmitido a nivel nacional en televisión abierta.
La creatividad mexicana en conjunto con las habilidades digitales de muchos internautas no podía faltar. Cientos de fotografías manipuladas y cartones de los candidatos circularon por horas en las redes sociales. Los chistes y burlas proferidas a los candidatos a veces llegaron a provocar roces y discusiones subidas de tono entre conocidos, amigos y hasta entre propios familiares. Gente que en tu vida te había escrito, te confrontaba y cuestionaba tus preferencias u opiniones políticas.
¿Y el objetivo del debate, se logró? Lamentablemente no. La gran mayoría estuvimos inmersos en una batalla campal en las redes sociales. Es prácticamente imposible escuchar, analizar y mantenerte al margen cuando tus cuates y followers están atacando continuamente a “tu candidato”, y los que no tienen candidato, se “entretienen” con los ataques y burlas del resto. Y si a este instinto natural de defender lo que te agrada (y atacar lo que no te gusta) le agregamos el elemento “ex conejita de Playboy”, pues desafortunadamente había muy poco espacio para la cordura y análisis de conciencia.
No ha pasado nada grave aún. Es el primer debate entre candidatos presidenciales en donde las redes sociales juegan un rol fundamental. Reitero lo que publiqué hace algunos meses: “El Cuarto Poder son las Redes Sociales”. Para el próximo debate, hagamos un esfuerzo por usarlas de forma que saquemos provecho todos de ellas. Que las críticas sean constructivas y razonadas. Cada pueblo tiene el gobierno que se merece. Si queremos mejores gobernantes, seamos mejores ciudadanos.