Hay un antes y un después para el cine independiente con la pandemia, más aún para aquél que pretenda estrenarse en salas o que tenga que hacerlo como las contendientes o con pretensiones durante la temporada de premios. Y es que, al menos para ser consideradas, Oscar sigue pidiendo que tengan exhibición en salas, no por nada Netflix ya tiene previsto ese escenario para “El poder del perro”, “tick, tick… Boom!”, entre otras, pero ellos no dependen de ese formato y ésa es la cuestión.

La mayoría de las contendientes al Oscar son producciones de bajos presupuestos o cine independiente. Algunas tienen estrellas, otras no. En la gran mayoría la estrategia de estreno ha sido un lanzamiento limitado que les permite ir creciendo conforme las semanas pasan y teniendo como un vehículo de promoción clave el “boca en boca”.

Por ejemplo, en 2014, “El Gran Hotel Budapest” de Wes Anderson sólo se lanzó en cuatro cines y permaneció por 95 semanas. Con un presupuesto de 25 millones de dólares hizo casi 173 y obtuvo 134 premios, entre ellos cuatro Oscar (de ocho nominaciones) a Mejor Vestuario, Maquillaje y Peinado, Música Original y Diseño de Producción. A la película le ayudo el renombre de su director, que bien puede considerarse de culto, y un elenco de estrellas en el que se incluyen Ralph Fiennes, Adrien Brody, Willem Dafoe, Jeff Goldblum, Jude Lay, entre muchos más. Eso se ve muy difícil de repetir, por no decir imposible.

En primera instancia, la estrategia del estreno limitado maneja una cuidadosa selección de las sedes donde se estrenará. Herencia de Stanley Kubrick, quién la implementó para el lanzamiento de “Naranja mecánica”, depende de la minería de datos donde se seleccionan los cines con la audiencia más afín al contenido y poco a poco se van incrementando salas hasta llegar a cubrir un número significativo. Eso permite que quiénes gustarán del contenido comiencen a comentarlo y vayan haciéndolo más deseable para el resto del público, sólo que eso tiene obstáculos distintos ahora.

Por un lado, algunas salas en EE. UU. siguen sin abrirse aún y son aquellas con sectores más riesgo. Ahí está el segundo elemento, mucho del cine independiente está dirigido a audiencias más maduras o que quizás aún no estén del todo cómodas volviendo al cine. Eso ha ocasionado que deban estrenarse en cines con un perfil más comercial y competir con los grandes estrenos, es decir, con “Duna”, “Venom” o “Sin tiempo para morir”. A eso también hay que sumarle que, aunque la gente ha regresado a los cines, aún no lo hace con la misma frecuencia, por lo que es poco probable que opte por ver un filme de corte independiente si aún tiene algo “pendiente” dentro de los estrenos más populares o algo que le requerirá un menor esfuerzo intelectual en lugar de entretenimiento digerible. Y luego está, desde luego, la competencia en servicios de streaming y el que, al menos uno de los competidores, Netflix, tendrá esos estrenos en simultáneo.

Para el cine independiente y, en especial, para las contendientes al Oscar, el escenario es complejo. En general, los estrenos han mostrado que el estreno simultáneo perjudica notoriamente su desempeño en cartelera (“Cruella”, “Black Widow”) que de cualquier manera aún están lejos de alcanzar los niveles previos a la pandemia, en un rango del 60 al 80% de ingresos. La competencia también es mayor pues hay muchos estrenos en lista de espera. La novedad se pierde muy rápidamente y en una agenda apretada, la estrategia de permanecer más tiempo e ir permeando poco a poco, parece ser, al menos por el momento, otra víctima de la pandemia.