En 2019 se cumplen 41 años de la primera manifestación del movimiento LGBTTTI en México. Desde esa primera marcha en 1979, han sido numerosos los avances y reconocimientos sociales en defensa de los derechos de este colectivo.
No sólo existe un marco jurídico internacional de relevancia como la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948), la Declaración de Montreal: Derechos humanos LGBT (2006) y los principios de Yogyakarta (2007); sino que también se han desarrollado instrumentos legales nacionales.
Además del artículo primero de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, el país cuenta con la Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación, vigente desde 2003, y más recientemente, la Ley para Prevenir y Eliminar la Discriminación del Distrito Federal (2011).
A pesar de contar con este marco, todavía existen barreras para la integración completa de la comunidad, como muestran los datos publicados por la Asociación para la Diversidad e Inclusión Laboral (ADIL), que busca conocer a fondo las realidades que viven las personas LGBT alrededor del ámbito laboral en México a través de investigaciones y encuestas.
Su estudio más reciente, publicado en 2018, revela que 8 de cada 10 personas pertenecientes a este colectivo, sólo se sienten cómodas con su identidad y orientación sexual ante sus amistades y reconocen que es más difícil estarlo en su familia, en el trabajo o en la escuela.
Además, el estudio muestra el nivel socioeconómico de aquéllos que cuentan con un empleo. En primer lugar, cabe destacar que 71% de los miembros activos, tienen entre 30 y 50 años. 41% de éstos son trabajadores, 28% especialistas, 15% coordinadores y 16% directores o altos mandos.
85% de ellos cuenta con estudios superiores, predominando los estudios en negocios y administración. De acuerdo con los resultados de la encuesta, más de 60% trabaja en el sector privado, principalmente en servicios profesionales, científicos y técnicos. Respecto a la situación financiera, casi 60% cuenta con ingresos mensuales superiores a los 10 mil pesos y 29% superan los 20 mil pesos.
Sin duda, hablamos de un grupo poblacional que ha logrado mejorar su posición socioeconómica en paralelo a la conquista de derechos y reconocimiento social. Según datos de 2018 del organismo internacional LGBT Capital, en México hay 8.1 millones de ciudadanos que pertenecen al colectivo, con un poder de compra de 60 mil millones de dólares. Además, se estima que los consumidores LGBTTTI gastan de 10% a 15% más que otros compradores, porque pertenecen al segmento llamado Dinky, que se refiere a hogares con doble ingreso y sin hijos.
Conscientes de este potencial, muchas empresas intentan acercarse a la comunidad creando líneas de producto y servicios específicos para ellos, pero el colectivo busca sintonizar y conectar con los valores de las marcas.
No quieren algo especial para ellos, sino sentir que la empresa apoya la inclusión desde fuera hacia adentro. Por eso, las iniciativas, movilizaciones y reivindicaciones de este colectivo se han convertido con el tiempo en un fenómeno social que ha transformado a las marcas hasta llegar a tocar sus entrañas.
El que ha sido bautizado como pink market o mercado rosa, es más complejo de lo que parece. Es cierto que a este segmento le gustan las nuevas tendencias, arriesgar, la innovación, la tecnología, la moda, los viajes, el ocio y entretenimiento, pero, ante todo, busca empatía, identidad de marca y valores como la inclusión.
El Marketing y la moda siempre tendrán cabida en la comunidad LGBTTTI, pero no sólo desde la adquisición, sino desde la sensible inclusión, desde el corazón abierto a la modernidad, desde un legítimo vínculo entre los valores empresariales y del colectivo.