Dentro de los actores primordiales que influirĆ”n de manera indiscutible en las campaƱas electorales presidenciales estĆ”n los medios de comunicaciĆ³n que, en teorĆa, deben cumplir la funciĆ³n de difundir las propuestas de los candidatos para lograr en el electorado un voto consciente, informado e inteligente.
AdemĆ”s de los 53 millones de spots en los que āidealmenteā los partidos polĆticos presentarĆ”n sus mejores promesas de campaƱa, asĆ como en los argumentos presentados en los tres debates que organizarĆ” la autoridad electoral, los votantes elegiremos al prĆ³ximo presidente con base en la imagen que nos generen los medios de comunicaciĆ³n de cada candidato.
A pesar de que es el Instituto Nacional Electoral (INE) el encargado de regular la propaganda que se difunde a travĆ©s de los medios, para que Ć©sta sea equitativa -en un esquema en el que prohĆbe que los partidos contraten por su cuenta espacios publicitarios, y sobre todo, publirreportajes o notas compradas-, para nadie es novedad que los medios tienen agendas internas que obedecen a mĆŗltiples intereses que regularmente influyen en sus lĆneas editoriales, y en muchos casos, de manera descarada y hasta dolosa.
Los Ćŗltimos dĆas del 2017 estuvieron marcados por un interesante debate que tiene que ver con la Ć©tica periodĆstica y la tendencia de algunos medios por favorecer la imagen de algunos candidatos o del propio gobierno en turno.
El primer detonante de esta navideƱa polĆ©mica fue la publicaciĆ³n del reportaje de New York Times que colocĆ³ en la agenda la discusiĆ³n por el desmedido uso de recursos pĆŗblicos para la promociĆ³n del Estado y sus instituciones en pautas publicitarias compradas a prĆ”cticamente todos los medios de comunicaciĆ³n mexicanos.
El segundo fue la publicaciĆ³n de contenidos que a simple vista pretendĆan favorecer y dar una exposiciĆ³n mayor a la imagen de JosĆ© Antonio Meade, en contraste a la otorgada a otros candidatos.
En la recta final de diciembre y sin tratarse de bromas por el DĆa de los Santos Inocentes, los ciudadanos fuimos testigos del tuit de JoaquĆn LĆ³pez DĆ³riga que mostraba la foto de la esposa de Meade comprando su despensa en un supermercado, captada presuntamente de manera infraganti.
AdemĆ”s, pudimos leer la publicaciĆ³n de una nota en El Heraldo de MĆ©xico titulada āEl primer Millenium Baby mexicano cumplirĆ” 18 aƱos y votarĆ” por Meadeā, asĆ como la columna āJuana, el Milagroā, firmada en Milenio por Ricardo AlemĆ”n, en la que el columnista asegura que Juana Cuevas, esposa de Meade, es āfactor de diferencia y motor de cambioā para las prĆ³ximas elecciones.
Aunque el reportaje del New York Times sĆ³lo puso en la mesa la discusiĆ³n del uso del erario para la autopromociĆ³n, inĆŗtil, en todo caso, a juzgar por los altos niveles de desaprobaciĆ³n de los que sufre el Ejecutivo, sĆ fue de utilidad para que la poblaciĆ³n poco enterada del tema cayera en cuenta de verdades dolorosas como que el dinero de los impuestos que paga sirve para mantener a muchos medios de comunicaciĆ³n (y para mantenerlos callados o diciendo lo que se les dicte).
En el caso de la informaciĆ³n que concierne al candidato del PRI, Partido Verde y Nueva Alianza, terminĆ³ de abrir los ojos para aquellos despistados que aĆŗn no sabĆan que incluso el medio aparentemente menos tendencioso suele otorgar mĆ”s proyecciĆ³n a uno u otro candidato.
PodrĆamos tomar la actitud de apedrear a los medios y sus periodistas por esta situaciĆ³n, pero tambiĆ©n debemos entender que vivimos en una realidad en la que el cambio de modelo de negocio pone en vilo la economĆa de muchos medios de comunicaciĆ³n, los cuales, lamentablemente, tienen que hacer a un lado la Ć©tica y la equidad con tal de sobrevivir.