La captura del delincuente más buscado del mundo durante las primeras horas del viernes pasado se dio en un momento en el que las circunstancias del país no son las mejores: el dólar rebasó su máximo histórico, la producción y el precio del petróleo mexicano descendieron dramáticamente y no hay buenas expectativas económicas; por esto, la caída del capo dentro de este panorama nacional fue motivo para que un buen número de ciudadanos dudara de la veracidad del trabajo del Gobierno Federal.
Cuando una noticia de tal impacto ocurre, las teorías suelen florecer, algunos especulan que el narcotraficante ya estaba detenido desde hace tiempo y fue presentado justo ahora que el país atraviesa un panorama poco alentador para la economía, muchos otros coinciden que Guzmán tiene una fuerte complicidad con el gobierno para prestar su imagen con el fin de armar una faramalla de detenciones y fugas cuando los tiempos lo requieren.
El común denominador de todas estas teorías es siempre el recurso de la distracción: un pertinente circo bien montado que presentan las autoridades que tiene como propósito el aplacar los humos de una población que comienza a darse cuenta de que el país no marcha bien, recurso conocido en el mundo de la mercadotecnia como un antiguo concepto llamado manipulación mediática.
Aunque los antecedentes de estas maneras de desviar la atención no son pocos, (sobre todo si nos remitimos a las administraciones priistas, en donde la estabilidad económica nunca estuvo garantizada), cabe preguntarnos si la captura y presentación del Chapo pudo haber coincidido con algún momento económico de favorable, es decir, aunque la caída del Chapo se hubiera dado en cualquier otras circunstancias, a la ciudadanía le sobrarían motivos para dudar de su veracidad, a juzgar por las condiciones del país en los últimos 60 años.
Del Joaquín El Chapo Guzmán podíamos analizar diversos aspectos: su pericia para conseguir su libertad a costa de todo, su exitosa visión empresarial, su talento para surgir de un ambiente con nulas oportunidades de crecimiento económico para convertirse en uno de los hombres más adinerados del planeta; pero el análisis que cabe en este espacio es el de el positivo branding personal que el capo ha logrado voluntaria o involuntariamente, y que atañe también a otros actores del narcotráfico.
Para nadie es un secreto que el jefe del Cartel de Sinaloa es responsable de miles de muertes, de que en gran parte del país exista una guerra por el manejo de la droga y los territorios donde se produce y se transporta; para nadie es tampoco un secreto que alguien que ha llegado a ser multimillonario a costa de productos que dañan la salud, destruyen familias y trastornan el tejidos social no merece un gramo de aprobación popular. Sin embargo, la percepción que existe del Chapo en muchos sectores de la población es la de un héroe que ha conseguido superar las múltiples adversidades que se presentan a alguien que nace en alguna de las regiones pobres de este país.
Una realidad es que alrededor del Chapo se ha creado una marca personal que representa para muchos un éxito envidiable, una forma de actuar que es la encarnación clara de que el fin justifica los medios y que es un ejemplo a seguir para muchos. Como empresario, el Chapo Guzmán no ha mostrado la mínima voluntad de emplear para su imagen una estrategia de marketing, pero las circunstancias han hecho de él un personaje que no inversión de ningún tipo para inspirar admiración.
Sin embargo este fenómeno no se limita a la imagen del narcotraficante sinaloense. En la última década, los medios de comunicación han empleado un eficiente aparato mercadológico que presenta historias bien armadas y producidas en las que se enaltece la figura de los delincuentes en donde juegan el rol de los malos con los que los espectadores se identifican y quieren que sean los triunfadores del cuento.
Las series de televisión y de plataformas como Netflix, dedicadas a la vida de personajes como el colombiano Pablo Escobar o Teresa Mendoza La Reina del Sur, han sabido utilizar el recurso de marketing que hace que la persona común y corriente sienta atracción por lo negativo, y lo haga suyo. La atracción por lo destructivo con fines triunfalistas no es una estrategia nueva, pero sí ha sabido explotarse efectivamente alrededor delo hombres más exitosos del narcotráfico y así seguirá ocurriendo con quienes surjan en el futuro.