Hablamos de bienestar cuando nos referimos a la salud física y mental en el trabajo y su aportación a la calidad de vida de las personas.
A pesar de la importancia de este concepto, seguimos viviendo una era en la que cada vez más personas a nivel global sufren los estragos de las largas jornadas de trabajo y sus efectos en la salud.
Organismos internacionales revelan que el 36.1% de la mano de obra mundial trabaja más de 48 horas semanales, siendo México el país que trabaja las jornadas más largas: 2,137 horas al año por arriba de la media global de 1,759 horas. Asimismo, se estima que el 7% de los empleados de los países miembros de dicha organización trabajan regularmente 50 horas o más a la semana.
Dichas cifras son alarmantes, ya que pueden promover la aparición de factores de riesgo psicosocial en el trabajo que merman la calidad de vida de las personas.
Probablemente muchos de nosotros hemos experimentado en carne propia algunos de sus efectos en la salud como: estrés, fatiga, trastornos emocionales, falta de sueño, aparición de hábitos poco saludables, trastornos gastrointestinales y cardiovasculares, aparición de enfermedades crónicas (entre otros).
O incluso otros efectos como conflictos al equilibrar la vida laboral con la personal, conflictos familiares o de pareja, ausentismo laboral, presentismo, pérdida de la motivación, o, incluso, burnout.
Pero ¿quién es responsable de salvaguardar el bienestar en el trabajo? La realidad es que es de todos:
Por parte de la organización: La misma OIT ha lanzado un fuerte llamado para generar trabajo decente y justo en las organizaciones, y fomentar programas centrados en las personas, encaminadas a la protección de la salud y la calidad de vida. Por ello es importante que los líderes organizacionales generen compromisos reales hacia los colaboradores de todos los niveles jerárquicos, realizar inversiones en beneficios y prestaciones acorde a la realidad del negocio, y fomentar el despliegue de programas dirigidos al bienestar, permeando este concepto desde las máximas organizacionales.
Por parte de Recursos Humanos: Contando con el respaldo de la alta dirección, es importante que Recursos Humanos diseñe e implemente programas integrales orientados al bienestar y a salvaguardar las diferentes esferas de la salud: física, mental, emocional. Todo ello, tomando en cuenta las características demográficas de los colaboradores, adaptándolas al presupuesto disponible y tomando en cuenta el sector de la organización y el tiempo de implementación. Asimismo, es fundamental comunicar continuamente las acciones y esfuerzos que la organización está brindando a los colaboradores e incluso, posicionarlos a través del endomarketing.
Por parte de los líderes: De nada sirve que exista un compromiso de la alta dirección y las áreas de gestión de personas, si los líderes no lo permean a los colaboradores. Por ello es importante que los líderes los alienten a participar de dichas actividades y vivan los beneficios de estas prácticas. Por otro lado, mantener un diálogo cercano y continuo con sus equipos para detectar síntomas o afecciones relacionadas al estrés es fundamental en posiciones de liderazgo.
Por parte de los colaboradores: Como colaborador es fundamental asumir la propia responsabilidad de nuestro cuidado personal y levantar la mano con líderes, recursos humanos u otra figura dentro de la organización ante situaciones que puedan generar un tema de salud o que perturben la calidad de vida. Igualmente es importante responder a la comunicación con los líderes al fomentar un diálogo continuo. Y, ¿por qué no? Participar activamente de las acciones que ponga a disposición la organización y disfrutar de los beneficios que ésta pueda ofrecer.
El bienestar y la calidad de vida es responsabilidad DE TODOS y debe ser asumido por todos los actores organizacionales, cada uno en su respectivo rol.
Tomemos las riendas y seamos agentes activos en la calidad y el bienestar de todos.