Santiago, Chile.- Parafraseando a García Márquez imagino que el título de la nota puede ser atractivo. Lo busco en inglés y se repite una infinidad de veces. Las ideas son las mismas que todos manejamos y el resultado, similar. Y no se trata de falta de creatividad, sino de una mirada generalizada que nos lleva al mismo punto. En el amor…¿estamos más conectados y menos comunicados?
La imagen literaria del amor nos acerca a playas, parques y bares en los que la pareja se miraba en los ojos del otro y luego, si vivía lejos, compartía recuerdos de aquellos primeros encuentros a través de mails y tarjetas. La posibilidad de verse incrementaba el misterio y la ansiedad, generando un sueño romántico en relación al otro. Hoy la historia es un poco más compleja.
Salir con alguien sin googlearlo para saber si es o no un psicópata, mirar sus fotos públicas en Facebook o ver qué capta en Instagram, sería casi un suicidio. Desconfiamos per se de quiénes no tienen cuentas en redes sociales. Algo esconderán, si no pueden tener un perfil como toda “persona normal”. Entonces comienza la relación.
Dependiendo del nivel de conectividad de las partes y del cuidado de su privacidad, ya todos los amigos están enterados de quién anda con quién (muchas veces antes de que la misma pareja lo perciba, por los comentarios, guiños y contribuciones de cada uno en el muro del otro) y si no lo saben, lo sospechan. Luego conocerán las discusiones, las infidelidades y las rupturas. Una novela abierta al mundo.
Una vez que la historia comienza, las páginas de redes sociales se llenan con fotos de situaciones idílicas. Se comparte lo mejor, el principio. A medida que pasa el tiempo, son más las fotos y selfies que la realidad. Muchos tienden incluso a comparar la relación actual con la anterior a través de las fotos. Todo está a la vista y ahí aparecen las dudas.
Por otra parte, aplicaciones como WhatsApp, se han convertido en el tercer ángulo del triángulo amoroso, generando infinidad de problemas por la sola tentación de ver a qué hora el otro estuvo conectado sin hablar con la pareja.
Nada nuevo, lo sabemos, pero no deja de inquietarnos, si tomamos consciencia de la importancia de la tecnología en nuestra vida. La privacidad no existe y basta con que una pareja rompa su relación para que salgan todos los “trapitos al sol”, directa o indirectamente.
El amor es más rápido y fácil, pero la venganza y el despecho también lo son en estos tiempos en que una relación ya no pertenece sólo a dos personas, sino a una comunidad completa.