La entrada a nuestras vidas de los servicios de mensajería y las redes sociales no sólo ha cambiado la forma en que hoy nos comunicamos, sino que ha sido un parteaguas para modificar sustancialmente la forma en que interactuamos emocionalmente con otras personas y con nuestro entorno en general.
Aunque las formas de comunicación suelen transformarse con el tiempo y van de la mano con la evolución de la sociedad, algunos de estos cambios resultan notablemente interesantes, pues, a decir verdad, la manera en que ejercemos una comunicación con el objetivo de generar relaciones afectivas es distinta a como ocurría hace un par de décadas.
El hecho de que hoy tenemos a nuestra disposición la información que requerimos, en el momento que la necesitamos, también ha cambiado la forma en que concebimos cómo debe ser la respuesta que tengamos en las conversaciones desarrolladas a través de plataformas de mensajería instantánea.
Por ello, cuando recibimos un mensaje por este medio o a través de una red social, sentimos presión de dar una respuesta inmediata y, por el contrario, la idea de ser desdeñados llega cuando nos dejan “en visto”.
Hace apenas unos 20 años aún vivíamos en la época en la que la espera podía alargarse y poseíamos el valor de la paciencia para aguardar las respuestas de nuestros seres amados. Hoy, muchas veces es motivo de conflicto hacer esperar a la otra persona, pues eso suele interpretarse como que hay cosas o personas más importantes para nosotros y es resultado de buscar tener el control sobre muchos aspectos de las relaciones.
Modificaciones a las conductas humanas y afectivas, como el anterior ejemplo, también ocasiona que el ritual de cortejo como se conocía en la antigüedad, hoy se vea como algo obsoleto para las nuevas generaciones.
Cuando antes identificábamos a esa persona a la que buscábamos conquistar de entre un grupo de individuos, hoy basta abrir una aplicación para ver quién está disponible y dispuesto a ser nuestra pareja; donde se puede pasar rápidamente al contacto sexual y muchas veces, terminar el noviazgo tras un breve periodo, en una suerte de amor desechable, de buscar siempre lo que sigue, de no dejarse atrapar por las ideas de permanencia.
Ni mejor ni peor al estilo actual, antes nos avocábamos a cumplir una ardua labor de conquista, o mostrábamos resistencia de ser conquistados tan fácilmente (so pena de ser juzgados por diferentes frentes). En cambio, hoy el proceso de ligue suele ser en fast track, donde hay pocas flores, pocos detalles y un cortejo en el que parece que siempre resultaremos ganadores y obtendremos lo que queremos.
Actualmente la facilidad de tener una relación sentimental se limita a tener un teléfono inteligente y tener la disposición de conquistar y ser conquistado. En un estilo poco personal y afectivo, somos capaces de mantener una relación sentimental con el simple uso de nuestro smartphone y el Whatsapp. No hace falta ver a la otra persona, ni tocarla ni sentirla, sólo hay que dejar que los mensajes digitales hacen lo suyo para mantenernos “unidos”.
Esta nueva forma de ver el amor tiene impactos directos en la mercadotecnia, en donde curiosamente el mensaje que predomina es el de acercarnos más físicamente e ir dejando el contacto a través de medios digitales. ¿Será que la idea de interactuar frente a frente se ha vuelto ya una fantasía que las marcas deben vendernos? Esa es la reflexión que debemos hacer si queremos que esta sociedad evolucione para hacernos más humanos y no al lado contrario.