Dentro de una semana, el próximo 26 de agosto, más de 24 millones de estudiantes de Educación Básica, así como para un millón 223 mil 387 docentes de 229 mil 379 planteles escolares del país regresarán a las aulas. Sin embargo, nos debemos preguntar si nuestros pequeños están realmente preparados para este retorno.
Normalmente, como padres, nos preocupamos de que tengan todos los útiles, de comprar los uniformes nuevos y, los más preocupados, hasta de hacer un repaso de los conocimientos para que “no lleguen perdidos”. Todo eso está bien, pero ¿qué hay de la salud mental?
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, en el mundo, uno de cada siete jóvenes de 10 a 19 años padece algún trastorno mental. La depresión, la ansiedad y los trastornos del comportamiento se encuentran entre las principales causas de enfermedad y discapacidad entre los adolescentes y el suicidio es la cuarta causa de muerte entre los jóvenes de 15 a 29 años a nivel mundial.
Hay varios factores que contribuyen al alza en problemas de salud mental en niños y jóvenes. “Por un lado, está el factor contextual; la situación de pobreza, aislamiento y falta de acceso al conocimiento y a la tecnología. Muchas familias viven realidades limitadas, que impiden su desarrollo, lo que promueve un gran desamparo. Personas que intentan hacer un esfuerzo y que aprenden que por más que hagan, las cosas a su alrededor no cambian”, explica Arlen Solodkin, fundadora y directora del Instituto de Bienestar Integral (IBI), organización mexicana que desde hace diez años promueve el bienestar individual, familiar y social-comunitario a través de cursos, conferencias, talleres y el Certificado Internacional en Estudios de la Felicidad en español.
Uno de los aspectos clave para poder impulsar las capacidades de los niños y jóvenes es la educación integral, desde la primera infancia hasta la adolescencia. El sistema educativo en México tiene varias carencias como es la cobertura, la calidad y la falta de recursos, aunque también tiene debilidades en la parte de contenidos.
“La educación integral no está compuesta solo de números y letras; ésta debe buscar también el bienestar integral de sus estudiantes, que incluye la mente, el corazón y la voluntad, los cuales también deben ser alimentados y cultivados”, subraya esta especialista.
¿Qué es lo que más deseas para tus hijos? Esa es la pregunta que el pionero de la Psicología Positiva, Martin Seligman, hace a sus audiencias. Por lo general, las respuestas son elementos como la felicidad, la salud, la realización y el amor. Aquí está la clave: Luego les pregunta, ¿qué enseñan las escuelas?, y la respuesta es matemáticas, ciencia, lenguaje. Así que la verdadera pregunta es, ¿cómo creamos un sistema educativo que permita a nuestros hijos aprender lo que realmente importa?
“Uno de los obstáculos más grandes que hay cuando pensamos en la educación socioemocional de los niños es que tenemos una idea generalizada que las habilidades blandas, no nos brindan las herramientas necesarias para hacerle frente al mundo real.
Pero cada vez más son los estudios científicos que nos informan que el éxito no nos da la felicidad, sino que la felicidad nos lleva al éxito”, agregar Arlen.
Desde el IBI han trabajado con centros de enseñanza básica y superior en México y en el extranjero para promover el bienestar, la felicidad y la resiliencia entre los maestros, padres de familia y los más jóvenes con el fin de dotarles de una formación integral.
“La educación positiva es un elemento fundamental en la vida de las personas”, recuerda Arlen, quien agrega que hay estudios que muestran que existe una fuerte correlación entre la esperanza y el rendimiento académico, laboral y deportivo.
“Las personas con altos niveles de esperanza tienden a tener un mayor sentido de autoeficacia y una mayor capacidad para superar los obstáculos en su camino hacia el éxito”, agrega la experta en psicología positiva y ciencia de la felicidad, que este año organiza por primera vez en México el encuentro Hope Circuit, donde los principales líderes a nivel mundial en psicología positiva, desarrollo humano y ciencia de la felicidad sentarán las bases para iniciar con el cambio que nuestra sociedad necesita hacia el bienestar.
El sistema educativo debe basarse en la promoción de una educación que fomente el desarrollo de las fortalezas del corazón, la mente y la voluntad; trabajar con las necesidades psicológicas intrínsecas y extrínsecas -ser útil, agregar valor y sentirse valorado-, fomentar una cultura de indagación apreciativa -el poder proyectarse a mediano y largo plazo y soñar- y asumir la responsabilidad integral en todos los niveles del ámbito educativo.
De acuerdo con la directora del IBI, el sistema educativo debe integrar contenidos sobre bienestar, felicidad y resiliencia ya que las herramientas de estos campos tienen un impacto significativo.
Los estudiantes felices muestran un mejor rendimiento académico. La felicidad está asociada con una mayor motivación para aprender, una mejor capacidad de concentración y un mayor compromiso con las tareas escolares, lo que se traduce en mejores calificaciones y resultados en general.