Para muchos la pregunta puede parecer obvia, incluso tonta: nada está por encima de una vida humana. En eso, creo, todos estamos de acuerdo. Sin embargo, cuando hablamos en términos de macroeconomía, entra en juego el bienestar social, que no es otra cosa que la salud de un pueblo.
Visto así, el dilema de economía o salud casi shakesperiano es inevitable. Por eso ha causado tanta polémica que países como Alemania o Inglaterra hayan ablandado tanto las medidas contra el Covid, o que la Ciudad de México simplemente no pase a semáforo rojo porque estamos en “un naranja más fuerte”.
No nos engañemos: la disyuntiva entre aflojar o apretar el candado ha existido en todos los países, desde Alemania o Japón hasta México o Perú. La pandemia no distingue nacionalidades. Y las tasas de mortandad, como se ha señalado en muchísimos estudios internacionales, no pueden compararse debido a factores demográficos, económicos y hasta culturales. En ese sentido, debemos ser un poco menos viscerales a la hora de emitir juicios sobre las decisiones políticas.
Y ojo: no estoy diciendo que debamos dejar de ser críticos. Siempre tenemos que usar un lente crítico hacia nuestros gobernantes. Pero no podemos caer en denostar sin argumentos o a primera instancia. ¿A qué me refiero específicamente? A la Ciudad de México.
Claudia Shienbaum tiene una bomba de tiempo en sus manos. La jefa de gobierno está en un dilema ético, moral, político y económico: ¿hundir la economía en vísperas de Navidad e iniciar el año con miles de nuevos desempleados o enfrentar una crisis de salud para Año Nuevo? En las dos opciones la muerte está presente.
El mayor temor, como sucedió durante la primera fase de la pandemia, es que las empresas comiencen a recortar personal, que los pequeños negocios quiebren y que la economía familiar tenga una caída aún más fuerte.
Si tan sólo fuésemos un poco más apegados a las normas civiles, si tan sólo tuviésemos una mayor noción de lo que es la solidaridad y la colectividad, quizás hoy no estaríamos en esta disyuntiva. Pero no podemos pedir que use cubrebocas a una sociedad que conduce alcoholizada los fines de semana.
En cualquier empresa, la ética es fundamental a la hora de tomar decisiones. Loable fue la labor, por ejemplo, de Sports Inc, el gimnasio mexicano que ofreció cientos de clases gratuitas a sus clientes y al público en general aún en las fases más críticas de la emergencia sanitaria. Ellos, en lugar de cerrar sus puertas y congelar sus activos, decidieron comenzar un modelo homefitness totalmente gratuito para que la gente siguiera activándose desde sus casas. Esta acción le valió ganarse, la semana pasada, el premio a Mejor Gimnasio del Mundo por la plataforma española de tecnología para centros deportivos, Trainingym.
Ellos saben que el año no los ha tratado bien y que las pérdidas serán una realidad insoslayable para cuando termine 2020, pero apelaron a la ética y ahora no sólo han ganado un premio dotado con 10 mil euros, sino que fomentaron la actividad física en un país que encabeza los índices de diabetes y obesidad, dos afectaciones que aceleran el grado de mortandad del Covid-19. Sabemos que estas decisiones no pueden aplicar para todas las empresas, pero sí para muchas que declaran muchos ceros en sus reportes trimestrales.
Sheinbaum, desde la arena política, deberá hacer lo propio al poner sobre la terrible situación por la que atraviesa la Ciudad de México, que hasta el momento lleva más de 206 mil casos confirmados, según datos oficiales de la Secretaría de Salud.
Quizás las noticias de ayer fueron el mejor ejemplo para ilustrar la gran paradoja nacional: el peso amaneció mejor que nunca desde que comenzó la pandemia, al avanzar 5.15% frente al dólar, según reportes del Banco de México. A la par, la Organización Mundial de la Salud fue contundente: “El aumento en el número de casos y de muertes en México es muy preocupante. Cuando ambos indicadores se duplican, el de muertes y casos de COVID, creo que esto es un