Las estadísticas indican que el suicidio se ha disparado en la mayoría de los países, especialmente entre los jóvenes. Vivimos en un entorno VUCA, caracterizado por la volatilidad, incertidumbre, complejidad y ambigüedad productos de la dinámica de la sociedad actual. Ello ha provocado que la gente -especialmente las nuevas generaciones- padezcan futurofobia (miedo al futuro).
Ante la necesidad de enfrentar un mundo de incertidumbre y a propósito del inicio del año, el doctor José Antonio Lozano Diez, Presidente de la junta de gobierno de la Universidad Panamericana y del IPADE enfatiza la necesidad de ver la vida hacia el futuro con optimismo. Dice que “quien pierde la ilusión lo ha perdido todo”, parafraseando a Filón de Alejandría, quien en los inicios de nuestra Era dijo que “quien pierde la esperanza ha perdido la semilla de la vida”. Lozano Diez dice que “mientras se mantenga la esperanza pueden generarse soluciones para los problemas”. Afirma que la ilusión y la esperanza van unidas, en distintos niveles de la persona humana, ya que los seres humanos estamos hechos de mente (cuerpo físico) y espíritu. La esperanza es espiritual y la ilusión es emocional, va más allá del lado de la mente y de la parte fisiológica. Señala la importancia de mantener o recuperar la esperanza. Para ello cita cuatro recomendaciones:
Tomar en cuenta que el momento más oscuro de la noche es justo antes del amanecer. Aunque no nos percatemos de ello, justo en los momentos críticos es cuando estamos a un paso de solucionar los problemas que nos aquejan. No hay que ver la vida como una fotografía, sino como una película. El problema que tenemos frente a nosotros nos impide ver en perspectiva. Esto es, el árbol que tenemos frente a nosotros nos impide ver el bosque.
Considerar que cuando superamos la adversidad incrementamos nuestra capacidad para ser felices. La naturaleza humana es paradójica. Resulta que las adversidades a final de cuentas son oportunidades para ser mejores personas.
Darse el espacio para encontrar la paz interior. Quienes vivimos en el ámbito urbano estamos en un espacio muy ruidoso, lo cual nos impide hacer una reflexión hacia nuestro interior. Un momento de silencio es importante para reflexionar. No sólo ser reactivos ante los problemas, sino actuar en función de los objetivos que nos planteamos, para que no se nos pase la vida reaccionando, sin trazar el rumbo para determinar hacia dónde queremos ir y no dejarnos llevar por la inercia de la solución de los problemas de corto plazo.
Recuperar el sentido de la vida. Vivimos en un mundo que ha cambiado el sentido y el propósito por las emociones descontroladas. Un mundo que ha dejado de pensar en “para qué estoy aquí” y ha empezado a pensar en “mientras estoy aquí”. No dejarnos llevar por las circunstancias y emociones de corto plazo sin mantener un sentido a lo que hacemos.
Lo único que puede darnos felicidad es lo que nos da sentido, nos da propósito, como dijo Víctor Frankl, padre de la logoterapia y del análisis existencial, también autor del libro El hombre en busca de sentido, quien pudo sobrevivir porque su vida tenía un propósito.
Friedrich Nietzsche dijo que “quien tiene un por qué para vivir casi siempre encontrará el cómo”. Hay que preguntarse ¿cuál es mi por qué para vivir?, ¿qué es lo que me hace ilusión?, ¿qué es por lo que la vida tiene color, independientemente de las circunstancias?
El inicio de año es un nuevo ciclo en la vida. Aunque los periodos anuales son producto de convencionalismos, representan símbolos y los símbolos son importantes. El año nuevo significa una oportunidad nueva para arrepentirnos de las oportunidades que perdimos. Hay que vivir la vida con intensidad. Los problemas son parte de la riqueza de la vida. Hay que saber enfocarlos. Lozano Diez dice que el mejor propósito de año nuevo debe ser “encontrar y descubrir nuestro propósito de vida”.