Un submarino argentino es tendencia este viernes debido a un misterioso episodio que podría convertirse en tragedia. Se trata de la desaparición de la nave ARA San Juan en medio del Océano Atlántico.
Según dijo la Armada Argentina, a través de su máximo responsable en la comunicación con la prensa, Enrique Balbi, se elevó el nivel de búsqueda del submarino ARA San Juan porque “no hay contacto con la nave” desde el miércoles 15 de noviembre por la mañana.
El submarino, de origen alemán, navegaba con una dotación de 44 marinos desde Ushuaia, en el extremo sur argentino, hasta Mar del Plata, en la provincia de Buenos Aires. Por ahora, la Argentina trabaja con la hipótesis de una posible “falta de comunicación o una falla eléctrica” del navío, pero ya han sumado cuatro barcos y tres aviones a la búsqueda.
Además, Estados Unidos, Reino Unido y Chile ofrecieron ayuda para sumarse al objetivo de encontrarlo.
Según trascendidos, habría ocurrido un desperfecto en la zona de la baterías y la nave no tendría manera de comunicarse ni de impulsarse. En el mejor de los casos, el submarino está a la deriva en algún lugar del Atlántico. Según la Armada, tienen alimentos y agua para por lo menos para 15 días.
El ARA San Juan es de origen alemán y se incorporó a la Armada Argentina en 1985. Tiene 66 metros de eslora (largo), desarrolla una velocidad de 25 nudos en inmersión y está configurado como submarino de ataque.
En el año 2014 se le realizó una reparación de “media vida”. Fue un largo arreglo durante el cual fue literalmente “partido al medio” y, entre otras tareas mayores, se recambiardon sus 960 baterías. Las hélices del submarino se mueven con energía eléctrica. Para cargar las baterías, se utilizan cuatro motores diésel que hacen mover los alternadores.
La función del submarino es el patrullaje marítimo y especialmente busca pesqueros ilegales en el mar argentino.
En los medios
En los medios, el ARA San Juan fue el tema de análisis durante este viernes y muchos temen comparar el suceso con lo ocurrido con el Kursk ruso. Considerada una fortaleza submarina, imposible de destruir, el hundimiento del Kursk el 12 de agosto de 2000 fue una de las mayores tragedias navales de Rusia, entonces gobernada por un novato en el poder llamado Vladimir Putin.