Por Alan Campos
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Es prácticamente por todos conocida la popularidad con la que el futbol americano cuenta en los Estados Unidos, razón por la que año con año el Super Bowl logra mantenerse como el programa más visto dentro de la televisión de la Unión Americana y que incluso es utilizada por la universidades de dicho país para conseguir una buena cantidad de dinero proveniente de los patrocinadores.
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Pese a que la NCAA no es una asociación deportiva profesional, los estudiantes que se desempeñan dentro de ella son vistos como verdaderos profesionales del deporte (después de todo estos mismos jugadores serán elegidos por las diferentes ligas profesionales durante sus respectivos Drafts) por prácticamente todos los habitantes de la vecina nación del norte, con excepción de la propia NCAA, quien les impide firmar lucrar con su imagen como estrellas del deporte, situación que es aprovechada por las instituciones educativas para su propio beneficio.
Justamente es en esta época del año donde se pueden ver de manera más clara los beneficios económicas que las instituciones educativas obtienen de la popularidad con la que cuentan los deportes colegiales, pues es precisamente a finales/principio de año cuando se llevan a cabo la gran mayoría de los tazones colegiales, 38 juegos de los cuales únicamente dos corresponden a las Semifinales de la temporada del futbol americano colegial, y de los cuales sólo cuatro carecen del nombre de una marca.
De tal modo, dentro de los tazones colegiales podemos encontrarnos con juegos como el Hyundai Sun Bowl, GoDaddy Bowl, New Era Pinstripe Bowl, Popeyes Bahamas Bowl o Rose Bowl presented by Northwestern Mutual, entre muchos otros partidos que cuentan con el auspicio de una marca.
Pero el jugar estos importantes partidos no es la única forma en que las diferentes universidades se ven beneficiadas por las grandes marcas, sino que además muchas instituciones mantienen acuerdos económicos bastante interesantes con diferentes marcas; tal es el caso de Arizona State, quien el pasado 17 de diciembre firmó un acuerdo por 33.8 millones de dólares con Adidas, firma que también ostenta un contrato por 17 millones de dólares con Mississippi State, entre otras universidades. Asimismo diversas universidades han alcanzado acuerdos de venta de naming rights de sus inmuebles deportivos en los últimos tiempos.
Es obvio que un aprovechamiento situación similar es impensable (de momento) en México, pues aunque aquí también existe una gran afición hacia los deportes, particularmente el futbol, no existe esa visión o interés por poder reunir a todas las grandes promesas del deporte nacional bajo los techos de las instituciones educativas a fin de convertirlos en verdaderos semilleros del deporte profesional, situación que podría terminar siendo benéfico para las instituciones mismas como en el caso de Estados Unidos; sin embargo, es importante destacar que cada vez son más los equipos de Primera División que se preocupan por que sus jóvenes prospectos mantengan un equilibrio entre la parte académica y la deportiva, por lo que quizás en un futuro lejano el deporte universitario en México pueda despegar como negocio.