Nosotras hemos dejado atrás el miedo y ahora somos las protagonistas en todos los ámbitos del desarrollo humano. El proceso no ha sido fácil, sin embargo, es latente; una muestra de ello se realizó en días recientes en Blanco Castelar en Polanco durante la presentación de El libro de oro: Reglas para triunfar en el juego de la vida, de Llamas, autora diversos best seller y speaker internacional en compañía de la publirrelacionista Rose Ruiz, Zaira Zepeda, presidenta de la Asociación de Mujeres Jefas de Empresa y Pilar Palomar, co fundadora de Lady Multitask.
Durante el evento se habló con el corazón acerca de los problemas que aquejan al género pero sobre todo de cómo enfrentarlos. Me sorprendió la respuesta, cerca de 70 mujeres, también fue muy grato escucharlas, entenderlas, disfrutar de sus éxitos; quedó atrás el estigma, las mujeres podemos convivir, apoyarnos, hacer negocios, disfrutarnos.
De acuerdo con la académica de la Facultad de Psicología (FP) de la UNAM, Tania Esmeralda Rocha Sánchez, la desigualdad de género es todavía uno de los mayores desafíos de nuestro tiempo, ya que de acuerdo con cifras del Banco Mundial las mujeres tienen 25 por ciento menos acceso a los derechos que se consideran universales, entre ellos empleo y salario y por ello, encontrar a mujeres exitosas da tanto gusto. Entre ellas estaba Cristina Prada, al frente de la empresa mexicana especializada en calzado premium Prada, ella representando más de medio siglo de tradición zapatera, siendo una inspiración para las presentes y demostrando que el género ya no representa un techo de cristal para las mujeres.
La importancia de reconocernos es que la sororidad y el empoderamiento son las principales rutas frente a la violencia y otros flagelos que sufren las mujeres; además, si una mujer es exitosa se rodea de otras creando un círculo virtuoso de apoyo y networking.
Recuerdo el decir de la antropóloga, Marcela Lagarde, “la idea de la sororidad, de buscar una alianza entre nosotras, no tiene que ver con un lazo biológico, con que seamos amigas, conocidas o hermanas, ni tampoco se traduce en una cuestión de compartir los mismos pensamientos. Sino de encaminarse a la posibilidad de desmantelar este sistema que, entre otras cosas, ha tomado la dimensión de género como una forma para establecer desigualdades y opresión en la vida de muchas mujeres y de las personas en general”, es así, el lazo no tiene que ser biológico para entender y ser empáticos con las mujeres que nos rodean.
Ser sororas no es una elección individual, tienen que ser una transformación social radical que contribuya con la equidad. Finalmente, nos tenemos unas a las otras, con nuestros hijos, nuestros problemas personales, económicos, sociales pero aquí estamos para apoyarnos y eso tiene que celebrarse.