Si ese mismo semblante se repite en Auschwitz, un lugar históricamente infinitamente más importante y trascendental para la historia de la humanidad, hay una disociación muy grande, quizás causada por las redes sociales.
Traigo este tema a colación porque hace unos días el conferencista Marc Vidal posteó en sus redes sociales una foto tomada recientemente en la entrada de Auschwitz- Birkenau, en la que se observa a dos turistas jugando y posando en los rieles que conducen al interior del otro campo de concentración Nazi.
En una de las imágenes una de las chicas, sentada y con sus manos sobre los rieles, sonríe al sol mientras su compañero de viaje inmortaliza el momento, casi con absoluta seguridad para una publicación de redes sociales. En ese mismo lugar, 80 años atrás más de un millón de prisioneros del régimen Nazi, mayoritariamente judíos, pasaban hacinados en miles de trenes que lo transportaban hacia su destino final: la muerte en el mayor campo de concentración de la historia.
La locura ha llegado a tal nivel que el propio memorial de Auschwitz tuvo que publicar un tuit: “Cuando vengas de visita, recuerda que estás en el lugar donde mataron a más de un millón de personas. Hay mejores sitios para aprender cómo andar sobre una barra de equilibrios que el lugar que simboliza la deportación miles de personas a su muerte”, indica el texto.
De acuerdo con datos de Amnistía Internacional, se estima que más de 1.3 millones de prisioneros fueron llevados a Auschwitz; más de 1.1 millón de personas resultaron asesinadas, de una forma u otra, en el complejo polaco.
Con total seguridad quienes acuden a Auschwitz saben qué lugar están visitando. Sin embargo, una pequeña búsqueda en redes sociales (Instagram) arroja imágenes similares: turistas sonriendo entre los edificios, o posando con la mejor sonrisa posible, mientras detrás de ellos se encuentra probablemente la entrada al recinto más atroz de la historia humana.
Este fenómeno disociativo también se repite en otros lugares, por ejemplo, en el 9/11 Memorial en Nueva York, otro lugar que ejemplifica el nivel que puede alcanzar el terrorismo en la sociedad.
¿Hemos llegado demasiado lejos con los selfies? ¿Todo vale por subir una fotografía de nuestro viaje en redes sociales? ¿Qué buscamos cuando subimos una foto haciendo equilibrio por los raíles donde fueron deportadas millones de personas en Auschwitz? ¿A qué se debe este comportamiento narcisista?
Mucho se ha hablado de la realidad que quieren transmitir los usuarios a través de sus redes sociales, lo cual no tiene por qué ser censurable. Emplear filtros, el mejor ángulo o la mejor sonrisa en el mirador del Empire State hace todo el sentido del mundo. Reír sobre los rieles de Auschwitz es una burla a la memoria histórica reciente de este planeta.
Peor aún, esa sonrisa, tal banalización del lugar, podría hacer olvidar (a alguno que otro) por que Auschwitz sigue en pie: para que no se olvide a los millones asesinados por el régimen Nazi, y los horrores de los que son capaces las personas.
Hoy todos somos comunicadores, todos podemos tener una tribuna para expresar algo, bien sea personal o de interés para el colectivo. En todo caso, hay una audiencia afuera que nos sigue, a la que informamos y con la que se debe tener un sentido de responsabilidad, especialmente cuando se trata de temas sensibles que tocan la fibra de lo que somos como personas.