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Cada vez es más común encontrar gente que abraza el modelo de renta de servicios en su estilo de vida. El entretenimiento, la TV, la música, el gaming, un sinfín de herramientas de productividad amparadas bajo el modelo Saas e incluso modelos similares con hardware (como productos electrónicos de consumo) son claros indicios de una tendencia que se ha seguido manifestando desde hace años y abarca cada vez más formas en más industrias. Si bien este modelo de negocios no es tan nuevo, sí ha cobrado cada vez una mayor relevancia, proponiendo diversas opciones que inducen a consumir de diferentes maneras.
El crédito al consumo ha sido el primer fenómeno que comenzó el cambio del paradigma. Antes de los años setenta la gente estaba realmente acostumbrada a gastar lo que tenía. El modelo de ahorrar para después gastar era una norma que regía casi en todo. La vida era mucho más “lenta” y la gente podía darse el lujo de simplemente esperar.
Particularmente con la masificación de las tarjetas de crédito, la gente cambió drásticamente sus hábitos de consumo. Para poder obtener algo, ya no es necesario esperar. Hoy día se puede obtener lo que sea de inmediato y posteriormente pagarlo difiriéndolo en el tiempo.
El fenómeno apenas comienza aquí, pues la tendencia que se percibe “en el horno” es que cada vez surgirán más modelos de negocio cuya rentabilidad se fundamente en cobrar permanentemente una pequeña fracción del ingreso de sus consumidores.
Lo que llama la atención a futuro es que, debido a la creciente integración de la tecnología con el estilo de vida, con la forma de consumir y con la vida misma de los consumidores, seguirán surgiendo cada vez más opciones que digitalicen o tecnifiquen actividades o cosas que hasta hoy no lo habían requerido.
Basta ver la dirección que lleva el Internet of Things o los desarrollos e investigaciones que se llevan a cabo en las principales universidades o a nivel gubernamental en países desarrollados para tener un ligero esbozo del panorama que espera para las próximas generaciones, las cuales no sólo tendrán más integrada la tecnología en sus vidas, sino que esta misma incidirá directamente en su percepción de la realidad.
Avances tecnológicos que supuestamente están hoy en fase de desarrollo, tales como realidad virtual, visión mejorada, chips intracraneales, módems corticales, hologramas, nanotecnología, etc., van a cambiar drásticamente la forma de vivir, ofreciendo soluciones para simplificar y acelerar la vida, hacer eficiente la comunicación, mejorar la productividad, administrar la salud y, en general, todo esto afectará la forma de consumir.
Las empresas que desarrollen las nuevas tecnologías tendrán la posibilidad (y de hecho buscarán) de mantener clientes cautivos. No es lo mismo vender un apagador “inteligente” para tu pared que una sola vez, que ofrecer productos con barreras de adquisición bajas a cambio de una renta baja perpetua (Mismo caso de las impresoras). Otro ejemplo que me viene a la cabeza es la computadora “del abuelo” con Windows y Office 98. Los programas pueden ser obsoletos, pero su usuario no requiere de más, por lo que no tiene la necesidad de volver a pagar por su “ser productivo”. Recuerdo bien a un amigo que trabajaba en Microsoft diciéndome hace 10 años que la principal competencia de Office era el mismo Office en versiones “obsoletas”. En cambio, un bebé que naciera en 2016, definitivamente tendrá que pagar una licencia “baja” de entrada (Windows) y perpetuamente el uso de Office 360.
Este es el caso más básico y sencillo. ¿Qué pasará cuando la tecnología alcance mejoras el cuerpo humano? ¿Qué pasará cuando hasta las actividades más básicas del hogar involucren tecnología? La proyección indica que vamos hacia allá y, en la medida en la que surjan nuevas tecnologías que afecten nuevas industrias, estás conllevarán una dependencia incremental de sistemas operativos, actualizaciones, software, add-ons, servicio, soporte, etc.
Es cierto que hoy día, los principales negocios que fundamentan sus negocios en la renta de servicios son básicamente del ámbito del entretenimiento y de mejoras en la productividad, los cuales pueden interpretarse como opciones hasta cierto punto “prescindibles” para segmentos o nichos reducidos. Sin embargo, hay que tomar en cuenta que con el tiempo cada vez más actividades y productos irán incrementando la integración de la tecnología y la ventana para cobrar renta de servicios cada vez se hace más grande.
Si a lo anterior agregamos el incremento en las expectativas de vida (la gente vive más años), la dilución del ingreso (el dinero valdrá menos y los salarios serán menores en términos reales), y la obsolescencia humana frente a la tecnología (robots seguirán remplazando a humanos en empleos), es probable que nos encontremos con un sector considerable de la población que tenga problemas para conseguir empleo en edades maduras y/o tendrán ingresos limitados.
¿Qué pasará con estas personas cuando tengan que mantener varias rentas por servicios que les son imprescindibles para vivir, pero que sencillamente no pueden mantener? Este será el caso en el que el consumo habrá consumido a su consumidor y, este último, sin poder mantener sus necesidades básicas será desechable y desechado. Es un tema que aún considero lejano, pero a las empresas y a los gobiernos nos toca comenzar a considerar estos escenarios hoy, para tener la solución lista cuando se necesite.
La verdad que el tema da para mucho más. ¿Tú que crees que ocurra con la integración de la tecnología en las vidas de futuras generaciones? Me encantaría conocer lo que piensas. Recuerda seguir también la conversación en Twitter @carlosluer. Nos seguimos leyendo por aquí.