Innovación y consejo. Si bien es cierto, la estructura de dirección en una empresa carga con la responsabilidad de llevar a esta, al lugar que mejor se asemeje con el propósito de la organización. Pero ¿cuál es el propósito? Uno de los esquemas tradicionales en las organizaciones se dibuja mediante un par de pirámides de Maslow invertidas convergiendo en el propósito. Estas dos figuras contienen en ambas bases por un lado a la asamblea de accionistas y por el otro lado a la estructura operativa, de una de estas se desprende el consejo directivo y de la otra la estructura de la dirección. Entonces, ¿cuál de los cuatro integrantes de este mapa contiene el verdadero propósito de la empresa?
La idea. Uno de los “clichés” en estos ambientes es aquel que defiende la “libertad del director” para decidir el cómo, cuándo y dónde, asumiendo que la disrupción debe provenir de quien dirige; por otro lado, el instinto natural de conservación de la asamblea de accionistas en las que regularmente se ubican los fundadores del proyecto, esta trinchera imbatible alberga casi siempre el verdadero ADN de la empresa, qué tanto la dirección podría emprender sin que esto se observe como un acto punitivo desafiando lo natural.
Lo bueno. El consejo directivo, aquí yace la tensa calma de lo ecuánime, una especie de jurado compuesto por diferentes perfiles que tratan de alinear los esfuerzos de los accionistas con los esfuerzos de la estructura de la dirección, esta consejería que generalmente transita por avenidas asfaltadas y poco conoce de lo pedregoso de la operación, debe decidir sobre el verdadero trayecto, y “aconsejar” para cumplir este fin.
Lo verdadero. La estructura operativa, aquí se carece de mañana y un tanto de la reflexión, un espacio en el que habita la infantería, sí, los de a pie, estos combatientes que sostienen en un fragor permanente las dos pirámides aparentando cierta indiferencia con lo que sucede en las juntas de Consejo. Esta actitud de “supervivencia” priva e invisibiliza sin quererlo los esfuerzos por innovar.
El deseo. Elegir a quien lidere y tome las riendas de un proyecto es en sí mismo una paradoja, de cuál de las áreas de la organización emergerá el nuevo director, o como en algunos casos se opta por elegir a un ajeno, alguien que disrumpa la organización, en este sentido quiénes deberían seleccionarlo, ¿el consejo, la asamblea de accionistas, o este provendrá del empuje de la estructura operativa? Sin importar de dónde provenga el nuevo director, esta será la victoria de un conservador, acto que en muchos de los casos es la mejor de las opciones, ¿acaso todos deben acotarse al paradigma de la transformación mediante lo que se conoce como innovación disruptiva? Por supuesto que, existen cantidad de organizaciones que cargan en su ADN con el instinto de conservación trastocándose lo menos posible, con el único objetivo de trascender al tiempo, y, en este momento del caso en el que los ciclos de existencia se acortan, tal vez, seguir existiendo sea incluso más disruptivo que transformarse.