A principios de este año, Brandon Ewing, un Twitch Star conocido como Atrioc, realizó una transmisión en vivo con la intención de disculparse públicamente con su audiencia y con su esposa por haber sido descubierto consumiendo contenido pornográfico deep fake. Todo se catapultó a raíz de un aparente descuido que tuvo el creador durante una transmisión previa en la que sin querer dejó ver a su audiencia las diferentes pestañas de contenido que tenía abiertas en su motor de búsqueda. Los espectadores descubrieron que en una de ellas había contenido pornográfico deep fake, pero no sólo eso, sino era contenido pornográfico de imágenes artificiales de streamers conocidas en la comunidad de Twitch así como conocidas también por el mismo Atrioc. La polémica desató un espectáculo social digno de ser analizado.
El espectáculo de las redes sociales se ha convertido en una industria con una inversión de más de 200 mil millones de dólares en publicidad a nivel global. Más de la mitad de la población mundial crea y consume contenido en estas plataformas donde las relaciones sociales se han transformado en relaciones que se llevan a cabo entre imágenes y signos. Esto nos dice que en la sociedad actual, la imagen y la representación cobran mayor importancia como formato de lenguaje, de interacción, de identidad y por ende, de relaciones humanas. Piénsalo bien, hoy la vida en sí la conocemos a través de una serie de representaciones mediadas por medios como las redes sociales. Lo que vemos lo asumimos como real, y en muchos casos aventurados, hasta lo asumimos como veraz. El deep fake permite crear imágenes y videos que parecen completamente reales, pero que en realidad son completamente ficticios. Y en este suceso en particular, la tecnología le ha permitido a Atrioc, como a muchos más, crear una representación virtual de conocidos para satisfacer sus intereses y deseos más profundos.
Después de que se desató la polémica, Atrioc buscó confesarse y justificarse en un juicio social virtual liderado por él mismo. ¿Y quién fue el jurado? Pues los miles de espectadores ansiosos por no sólo escuchar su racional, sino por ver su reacción en vivo al justificarse. El jurado que lo juzgó hoy son aquellos que alguna vez le dieron a Atrioc un alto valor con la moneda del like y la visualización, y es el mismo jurado que también lo devaluó con la misma divisa. Esta transmisión en vivo en la que se disculpa públicamente, se convirtió en la corte de un juicio virtual donde Atrioc se representó a sí mismo como ‘su propio abogado y el acusado’. Pero preguntémonos lo siguiente: ¿si no lo hubieran descubierto, habría confesado de la misma manera? Al haber sido evidenciado públicamente, Atrioc no tuvo otra opción más que la de interpretar un papel culpógeno y de remordimiento, interpretó un papel proveniente de un personaje, no de una persona.
Este es uno de los muchos ejemplos del riesgo de la hiperrealidad en la que estamos sumergidos en promedio tres horas al día. Es imprescindible cuestionar el discurso propuesto por el desafiante paradigma de las redes sociales para así poder identificar las posibles consecuencias que nos puede traer ser parte de este espectáculo mediático digital.