Por Daniel Solana
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En publicidad existe una gran distancia entre el momento en que ideamos una campaña y el momento en que la lanzamos. Tenemos una necesidad de comunicación, pensamos en un plan, ese plan se convierte luego en una idea que debe ser aprobada, y mÔs tarde esa idea aprobada -y a menudo testada- se transforma en una pieza o campaña que ponemos a disposición de nuestro público objetivo para su consumo. Nuestro proceso para transformar esa necesidad en plan, el plan en idea y la idea en algo tangible dirigido a nuestro target, es tan largo o tan lento que a menudo cuando por fin aparece en medios el escenario ya es otro.
Si entendemos que el mercado son conversaciones, podrĆamos decir que sufrimos un enorme retardo entre lo que pensamos y lo que decimos, y entre lo que decimos y la respuesta que oĆmos de nuestro consumidor. Es el gran delay del marketing. Como en los relĆ”mpagos, el sonido siempre llega tarde. Lanzamos nuestros impactos publicitarios, y una vez lanzados, si observamos errores en el entendimiento de nuestro mensaje o desviaciones en el posicionamiento pretendido, entonces lo Ćŗnico que podemos hacer es tomar nota para corregir la trayectoria pero ya para la campaƱa siguiente. Entonces volvemos a plantear el plan, volvemos a buscar la idea, volvemos a empezar. La gente de la publicidad y el marketing vivimos nuestras campaƱas unos meses antes de que las campaƱas aparezcan. Y cuando aparecen, nosotros ya no estamos allĆ, estamos inmersos en la siguiente. Vivimos en tiempos distintos.
Es por eso que nos resulta tan extraƱo cuando un medio como internet nos minimiza el delay, y podemos oĆr casi en tiempo real las respuestas de lo que provocamos. En internet, lanzamos una campaƱa de banners, y podemos observar desde el primer dĆa la reacción. Inauguramos un site por la maƱana, y por la tarde ya podemos sentarnos a las puertas de la home a ver pasar la gente y preguntarles quĆ© tal. Colgamos un vĆdeo en YouTube o un comentario en Facebook, y pocos segundos despuĆ©s empezamos a ver reacciones. La causa estĆ” pegada al efecto. El proceso, diĆ”logo, sistema o conversación, fluye.
Lo curioso es cuando eso se produce, estando como estamos habituados a las maniobras de larga distancia y a vivir nuestras campaƱas en diferido, nos falta capacidad de reacción. He visto agencias de medios que pudiendo dar resultados diarios de campaƱas online preferĆan esconder esa información para no alterar el plan ya establecido. Y posiblemente el cliente se lo agradecĆa, porque no tenĆa recursos económicos o humanos como para reaccionar a su Ć©xito o a su fracaso. Sabemos perfectamente cómo lanzar el impacto, pero si oĆmos en tiempo real los resultados, nos resulta un ruido desconcertante.
Es cierto que las agencias hemos convivido desde siempre con ese delay, pero convendrĆ”n conmigo que hoy es mucho mĆ”s incómodo, porque hoy el mundo gira considerablemente mĆ”s deprisa. Hoy la publicidad āsi es que lo que hacemos puede seguir llamĆ”ndose publicidad- es invitada a convertirse en un elemento mĆ”s del mundo de mĆŗltiples canales y medios intercomunicados en el que vivimos, y a integrarse en la gran conversación que se produce en ese escenario global. Los fenómenos que sacuden nuestra sociedad suceden de improviso, y de improviso se desvanecen. El hashtag de hoy no es el mismo que el de maƱana. La noticia que hoy conmueve en mundo, deja de ser relevante al dĆa siguiente. Moverse en ese entorno con Ć©xito tiene mucho de saber aprovechar las corrientes y surfear, y atender aquello que de repente le importa a nuestro pĆŗblico y que dejarĆ” de importarle un par de dĆas despuĆ©s porque alguna otra cosa aparecerĆ” en su vida que le llamarĆ” la atención.
Si la publicidad quiere ser eficaz en ese entorno cambiante, si quiere formar parte de la conversación, si pretende estar junto a la gente y hablar de las cosas que le importan a la gente, deberĆ” entonces andar con los oĆdos abiertos, afinar sus reflejos y aprender a vivir en tiempo real y a comunicar reaccionando segĆŗn el ruido ā o el silencio- que provoca su comunicación.