Criticar y opinar son habilidades dominadas por todos. La escritora sirio-mexicana Ikram Antaki (1948-2000) alguna vez mencionó que muchas personas en México carecían de la capacidad de expresar una opinión propia; ¡no por falta de inteligencia!, sino por encontrarse aprisionados entre las opiniones escuchadas a los demás. Ya fuera por flojera, pusilanimidad o carestía de datos, preferían, al ser cuestionados con el: “y usted qué opina”, dejarse llevar por lo escuchado y replicarlo. Es el caso de las nuevas modalidades de taxis en México y en el mundo. Todos tienen una opinión y una crítica. Muchos sólo la repiten con absoluta convicción aunque sin experiencia real. Me explico:

Como ya mis lectores saben, viajo con frecuencia a Ciudad de México. A diferencia de los que ahí viven y poseen automóvil o se transportan en el rebasado sistema de la ciudad, yo tomo taxis y lo he hecho por años. Los abordo saliendo de hoteles, citas de negocio, encuentros sociales y aeropuertos. Toda esta experiencia acumulada me hace experto en taxis y… con licencia -ahora si- de opinar. Bajo esa lupa, puedo asegurarles lo siguiente:

Prácticamente NINGUNO de los autos que prestan servicios públicos se encuentra en buenas condiciones. El que no está chamagoso, tiene rotas o vencidas las vestiduras. El que no huele raro, produce misteriosos y amenazantes ruidos. Estas unidades han circulado tanto y por tantos años, que sus sistemas de amortiguación no resisten más y el dibujo de los neumáticos es menos legible que los símbolos de la Piedra de Roseta.

Por lo que respecta a los aguerridos conductores, éstos se adentran escalofriantemente por entre el tráfico sin consideración de sus aterrados clientes indefensos en el asiento trasero. En cuanto a lograr conseguir un taxi por las calles de la ciudad: la lectura de “la bandera” de “LIBRE” (un letrero lumínico atrás del parabrisas), sigue siendo una incógnita para mí pues, mil y un veces la he visto encendida sin embargo, el vehículo no se ha detenido a mi llamado. En otras ocasiones en que ésta no se encontraba encendida, se han detenido a mi señal y en otras más, se han detenido sin yo llamarles para ofrecerme el servicio “!creepy!”.

El costo de trayecto cae también en el conocimiento reservado a los Grandes Iniciados pues, puede que haya medidor de costo por trayecto, como puede que no. En cuanto al trato, muchos choferes son muy amables, hay que admitirlo. Otros son distantes y malhumorados.

Los vehículos y choferes que se encuentran fuera de los hoteles ostentan el titulo nobiliario de “Servicio Turístico”. Éstos cobran a discreción pues no tienen medidor y, para colmo, son arrogantes ya que, según esto, son guías de turistas graduados en antropología con chapa de corzo para sobre-cobrar a turistas reinventándoles -de paso- la historia prehispánica nacional.

Eso era mi vida de negocios entre punto A y punto B hasta que, este año, llegaron los taxis de la nueva generación como UBER, Cabify y otros más mismos que ya me eran familiares en otros países…