La película pinta también para un debut “decente” dado el contexto actual con un monto alrededor de los 30 millones de dólares en EE. UU. El consenso dicta que es divertida, que aprovecha el material del que proviene (según la crítica), que tiene mucha y muy exagerada acción y buenos chistes que la hacen una mejoría de su antecesora (el público) y quizás en esa mezcla esté la cuestión.
Del cine de súper héroes se ha dicho mucho y ya viene comentándose desde hace un tiempo que quizás su vida o su tiempo de popularidad esté llegando a su final. Es difícil estimarlo cuando tan solo este año Marvel lanzará, tras la sequía de 2020, además de “Black Widow”, “Eternals” y “Shang Chi y la leyenda de los siete anillos”, a las que se suma su coproducción con Sony de “Spider-Man: Sin regreso a casa”, “Venom” y otros más como “Thunder Force” o “Major Gromov” de Netflix. Sin embargo, ya antes ha habido otros géneros (el western, los musicales, por citar un par) que han estado en la cima para finalmente darle paso a otro y continuar como uno más en la mezcla general.
Los académicos indican que las etapas de cualquier género son cuatro: primitiva, clásica, revisionista y la parodia. La primera habla de aquellas obras que permiten definir un género (“Blade”, “X-Men”), mientras que en la siguiente el género encuentra y pule sus características esenciales (prácticamente cualquiera de los títulos de Marvel). Luego, en la etapa revisionista, el género juega con sus propias características, rompe con sus propios mitos (“Logan”, “Deadpool”) para finalmente burlarse de ellos. Y es ahí donde entra “El Escuadrón Suicida”.
“El Escuadrón Suicida” es una buena película o al menos eso es lo que crítica y público indican, en lo que coinciden, lo que no siempre sucede. Ahora, no es una película para todos los públicos. Es mucho más cercana a “Deadpool”, es decir, muy violenta, con un uso contante de lenguaje altisonante, autoconsciente de que es un cómic, haciendo mofa de ello mismo. Es en muchos sentidos paródica del cine de súper héroes.
Para quién no sepa de qué va, se ocupa de un grupo de villanos que apoyan al gobierno en misiones muy difíciles, prácticamente imposibles o suicidas (de ahí el título) a cambio de reducir su sentencia. En esta secuela de “Escuadrón Suicida” (un título recibido con un 26%, pero con una taquilla de más de 700 millones de dólares que justificó la continuación), además, James Gunn, el director, lleva todo al extremo. Por ejemplo, muchos de los personajes que se incluyen están ahí como mofa de sus propias características. Un par de ejemplos son T. D. K. cuyo “súper poder” o “habilidad especial” es que puede separar sus miembros (brazos o piernas) de su cuerpo y, exacto, ¿qué tiene eso de útil? Otro más es Weasel, una comadreja que parece también un hombre lobo o un perro poco agraciado que en realidad fuero de ello no tiene nada especial (sirve para crear comedia… o pena). Luego están Bloodshot y Peacemarker, que, con personalidades distintas, tienen la misma habilidad: nunca fallan un tiro. La película se mofa de todo ello y más, y no es lo único. Sin hacer mayores spoilers, pues sucede en los primeros minutos, gran parte de esos villanos que cobran vida en la pantalla grande por primera vez muere de maneras brutalmente espectaculares. Son indispensables y ese es el punto. Si los personajes lo son y ellos son un reflejo de su propio vehículo, ¿lo son también los filmes del género?
Entonces, ¿“El Escuadrón Suicida” es el principio del fin? En más de un sentido podría serlo o, por lo menos, una clara señal de que, a pesar de que existen cuestiones de las que se habla como que aún no se han hecho (como es la promesa con cada nueva entrega de Marvel) y que quizás más de una son accesorias (como la raza, el género o la nacionalidad). El tiempo lo diría, pero sería una gran ironía que un “escuadrón suicida” fuera el suicidio del cine de súper héroes a manos de los villanos.