En la onda del pensamiento ecológico y la sustentabilidad, me llamó considerablemente la atención la reciente propuesta de un partido político sueco, según la cual reparar las cosas pagaría menos impuestos que comprarlas nuevas. Es cierto que en muchos casos, componer algo puede salir más costoso que volverlo a comprar, así es que se trata de motivar la buena costumbre de “reparar lo reparable”, así, porque muchas cosas tienen cortas vidas útiles, estamos a la orden del día en la compra-venta de lo desechable.
También que hay tener en cuenta que en esos países súper desarrollados y con altos estándares de calidad de vida, como Suecia, no han estado tan habituados a arreglar los objetos, como sí ha sucedido siempre en nuestros países. Piensen, desde los abuelos cuando algo se descomponía, el primer pensamiento era el de reparar, ¿no creen? El concepto que envuelven objetos como pegantes, betún, hilo y aguja, herramientas revela toda una postura que hemos tenido frente a la cotidianidad.
Hace unos años supe del exitoso negocio de un colombiano que abrió las puertas de su local de zapatería y repaciones de calzado en Oslo. Muchos noruegos ni habían pensado que las suelas y los tacos podrían cambiarse, algunos materiales forrarse y los cierres reemplazarse. Este nuevo proyecto de ley le apunta justamente a zapatos, bicicletas y ropa, y en cuanto a electrodomésticos se ofrece devolver al usuario 50% del costo de la reparación.
Por detrás de esta propuesta se encuentra, por supuesto, una postura ecológica para continuar la reducción de la huella de carbono, una clarísima posición anti-consumo para que las personas piensen dos veces antes de desechar algo que no funciona, además de que buscan reconocer y certificar a las compañías que elaboren productos sin vida útil.
Súper interesante, pero sobre todo, vale la pena poner sobre la mesa la labor de re-educación, de desaprendizaje y de concientización de las comunidades. Se trata de un brazo elevado de la misma mercadotecnia, y sus principios básicos, pero esta vez enfocando los resultados a los beneficios colectivos, sí, al mercado de la vida de todos acá. Una labor bastante intensa si se tiene en cuenta que el mercado siempre ha remarcado sus bondades para pocos.
Los tiempos apuntan cada día más a mirarnos en conjunto y a tomar decisiones que trasciendan nuestros caprichos individuales, así es, a repensar el diario vivir en función de un espacio que habitamos muchos y del aire que todos necesitamos para estar acá.